18 de diciembre de 2012

Capítulo 3. “Rebelión en la Granja” (III de III): El trágico bienestar de los cerdos y el pacífico sufrimiento de los oprimidos.

En el que se narran las excelencias de una sola candidatura a la Jefatura de la Presidencia y de la permanencia durante toda la vida en el mismo puesto del poder. Así mismo se justifican los privilegios que ha de ostentar la casta dirigente y la diferencia  establecida de clases. Se destacan las costumbres adquiridas por los jefes, imitadas de sus enemigos y aplaudidas por el ganado lanar, estúpido por antonomasia. Se consideran y premian las  virtudes animales: la obediencia ciega, la disciplina y la carencia de sentido crítico. La nueva clase dirigente se transformará en la de aquellos amos que al principio combatieron gracias al relajamiento  de las costumbres por la molicie y otros vicios.
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Corría el mes de abril cuando la “Granja Animal”  se proclamó República, y fue preciso elegir un Presidente. Hubo un solo candidato, Napoleón, que resultó elegido por unanimidad. Nadie osó disputarle el puesto, ya que nadie como él conocía  y disponía de los resortes del poder para conseguir que ni siquiera otro  lo llegara  a pensar o desear…

Pasaron los años y tanto Napoleón como su lugarteniente Squealer envejecieron y engordaron tanto que no veían ni olían ni se movían. La granja mejoró sus condiciones de vida y se enriqueció sin enriquecerse sus animales, salvo los cerdos y los perros, privilegiados ellos que trabajaban en unas actividades que los demás, ignorantes, no podrían realizar jamás. Los cerdos se pasaban el día entre informes, ficheros, actas, ponencias, y otras difíciles y complicadas tareas encaminadas al bienestar de todos los animales.

Ni los cerdos ni los perros producían nada comestible con su trabajo y esfuerzo. Sin embargo se vanagloriaban de ser muchos, de tener buen apetito, estar muy lucidos y vivir mejor que los ootros, sin sufrir el agobio y el trabajo fatigoso de las clases inferiores.

Para resaltar aún más las diferencias que se estaban generando entre los animales, los cerdos se propusieron imitar el andar de los humanos a quienes tanto criticaron y odiaron, y aprendieron a caminar erguidos sobre sus dos patas traseras, haciéndolo unos mejor que otros. Los demás animales, acostumbrados a no quejarse nunca ni a proferir una sola palabra de protesta contemplaban atónitos el espectáculo. Las ovejas, sin embargo lo aprobaron encantadas desde el principio cantando y  jaleando estruendosamente: “Cuatro patas sí, dos patas mejor”.


Para dejar constancia del progreso alcanzado, los cerdos escribieron en un muro de la granja un nuevo y decisivo  Mandamiento:

“TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES,
PERO ALGUNOS ANIMALES
SON MÁS IGUALES QUE OTROS”

Los cerdos de la granja se mimetizaban con los comportamientos del líder Napoleón, imitándole hasta en los gestos más ridículos: cierto día apareció en público con un látigo en la mano, y todos los demás cerdos hicieron lo mismo. Se dotaron también de los más modernos artilugios que hacían más cómoda la vida siguiendo las pautas y el ejemplo del carismático e insustituible líder.

A nadie le pareció mal  ver a Napoleón fumar en pipa ni ver a los cerdos vestidos con las ropas del Sr. Jones, llegándose a una exhibición inolvidable cuando el incombustible Jefe se puso una chaqueta negra, pantalones bombachos y polainas de cuero, y su favorita lució el vestido de seda de la Sra. Jones  de los domingos. Pocas semanas después de la gala de las vestimentas, una caravana de coches de los granjeros vecinos visitó “Granja Animal”, invitados por Napoleón  con los que deseaba hacer negocios a pesar de su humanidad. Los animales de la granja lo veían y no se lo creían. Ni siquiera se atrevían a levantar los ojos del suelo para ver el desfile mientras trabajaban. Tenían tanto miedo de los hombres como de los cerdos.

Por la noche se oyeron voces, canciones  y carcajadas en la antigua casa del Sr. Jones, reconvertida en fortaleza y palacete  de Napoleón. Los animales se fueron acercando  y a través de las ventanas vieron sentados a la mesa a seis granjeros y a los seis cerdos más eminentes del Comité. Napoleón presidía la mesa. Jugaban a las cartas, brindaban y bebían y bebían sin descanso. Uno de los granjeros, brindó destacando en su discurso la gran disciplina  reinante en la “Granja Animal” en la que nadie se oponía al jefe y nadie daba señales de la más mínima crítica a sus métodos. Eso representaba una gran sorpresa, ya que los humanos esperaban encontrarse con una desagradable anarquía. Prometieron incorporar a sus métodos de trabajo el ejemplo de la férrea disciplina. También le parecieron bien las diferentes clases sociales de los animales de la granja a la vez que se compadecían de los cerdos por su paciencia y dedicación para con los más animales: “Si ustedes tienen que lidiar con sus animales inferiores, nosotros tenemos también  nuestras  clases inferiores”, dijo. Y se terminó brindando una vez más por la prosperidad de la “Granja Animal”.

Napoleón contestó al discurso diciendo que querían convivir en paz con sus vecinos los humanos, y que la granja que él controlaba era una cooperativa que pertenecía a todos los cerdos y que   volvería a llamarse “Manor”. Siguieron los discursos y siguieron los brindis por la prosperidad de los cerdos.

Los animales, incrédulos y resignados,   observaban desde fuera que los rostros de los cerdos se habían alterado: unos tenían cinco papadas, otros cuatro, otos tenían tres. Todo ello era fruto de su progreso y bienestar. Cuando los animales se disponían a volver a sus  miserables establos tras constatar tan edificante escena, se quedaron estáticos tras los cristales  al oír gritos y voces, producto de una fuerte discusión. El juego de naipes se interrumpió violentamente cuando Napoleón y un granjero se descubrieron  mutuamente el as de espadas que cada uno se guardaba  para hacer trampas:

“Doce voces gritaban enfurecidas, y eran todas iguales. No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Lo animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era el otro”.

Este es el final de la novela de George Orwell, "Rebelión en la granja”. El tiempo ha pasado,  pero los comportamientos de los dictadores, las  nomenclaturas de algunos partidos y los vividores de la política  permanecen. Napoleón y sus cerdos viven en el subconsciente colectivo y a pesar del repudio que generan, siguen progresando mientras las ovejas siguen balando y aplaudiendo.

7 comentarios:

  1. El final me parece espectacular cuando los cerdos se confunden con los hombres y los hombres con los cerdos por lo mucho que llegaron a parecerse unos y otros entre sí. Parece como si los corruptos de un partido se parecieran a los corruptos de otro partido porque todos los corruptos son iguales y los partidos que albergan a los corruptos y no los echan fuera se hacen corruptos.

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  2. No te pierdas a Napoleón como jefe supremo y unico sin que nadie le haga sombra. Eso es lo que tienen en comun todos los dictadores.

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  3. De cerdos va el tema:
    Aranda / Sucesos. Un camión de cerdos vuelca y su carga se desperdiga por el monte

    Mientras, en el lugar del accidente, las labores se centraban en controlar a los animales que había escapado del camión y que, atraídos por el pasto fresco y verde que ofrecía el monte de encinas limítrofe a la carretera. Por este enclave se fueron desperdigando más de una veintena de puercos y, mientras unos se quedaban junto a un camino cercano, otros se aventuraban a meterme más entre la espesura de los árboles y arbustos, lo que obligaba a controlarlos de manera muy directa para evitar que ningún animal se perdiese entre la maleza.

    Sin duda, los cerdos son unos animales muy listos, que buscan su bienestar. Ignorantes de que les llevaban al matadero, querían seguir viviendo lo mejor posible.


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  4. "Mientras, en el lugar del accidente, las labores se centraban en controlar a los animales que había escapado del camión y que, atraídos por el pasto fresco y verde que ofrecía el monte de encinas limítrofe a la carretera. Por este enclave se fueron desperdigando más de una veintena de puercos y, mientras unos se quedaban junto a un camino cercano, otros se aventuraban a meterme más entre la espesura de los árboles y arbustos, lo que obligaba a controlarlos de manera muy directa para evitar que ningún animal se perdiese entre la maleza".

    El entrecomillado es del periódico. A cada uno lo suyo.

    Saludos

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    1. El pasto fresco del Costajan, es una de delicia, la pasta fresca del sector del Costjan, hasta donde sabemos la conexión de un sector, plan parcial, es a costa del sector, pero Aranda es diferente, la redonda en que se accidento el camión no la pago el sector, que bonito es el poder.

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  5. Esto me recuerda muchísimo a lo que está pasando en Cataluña. Realmente los catalanes han proclamado President de la Generalitat a un auténtico Napoléon que les va a robar hasta la camisa, les va a subir los impuestos, les va a recortar servicios pero todo en nombre de la Gran Dignidad del Pueblo Catálán. Y ellos tan contentos, por que les ha convencido que quien les está robando es España, cuando quien empezó a esquilmar las arcas públicas instaurando un sistema de corrupción tipo AL Capone, fue la familia del Molt Honorable Jordi Pujol. Siguieron con el saqueo los charnegos del tripartito, y ahora han vuelto a legitimar en la corrupción y el robo a los convergentes. Es más fácil, autoengañarse con el mantra de que quien les roba es España. Yo en el fondo les comprendo, debe de ser muy duro reconocer que te están robando los tuyos, pero les están robando la camisa y encima les gusta.
    Es una lástima que un pueblo que ha presumido siempre de ser abierto, inteligente y avanzado se haya convertido en el ganado más lanar del que existe en España, que ya es decir.

    Pobrets !! Pero pobres de nosotros que encima les vamos a tener que aguantar todo el día con el lloriqueo el victimismo y con sus trilerias políticas.

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    1. En todos los pueblos y en todos los partidos cuecen habas y en el mio a calderadas, esa es la verdad.
      La fuerza de Napoleón está en el numero de ellos que hay y su miseria en la peste que son, pero son peor todavia los que mantienen a estos personajes de novela subidos en un pedestal y ajenos al bien y al mal.
      El tema de Cataluña yo lo veo a distancia sin ninguna solucion, y si la tiene la deben defender los que viven alli, porque ya estamos hartos de lo pesados que están. Yo solo les haria una pregunta , ¿Estan dispuestos a vivir con los mismos derechos y las mismas obligacionews que los españoles de otras zonas? Por mi parte, no pido mas pero tampoco me conformo con menos. Al final la calve va a estar en la pela, y el día que dejemos de comprar productos de Cataluña, se van a acordar de los buenos tiempos. Lo dela lengua en la escuela tiene otra solucion que no les palanteean pero que sera buena .

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