Éstas son las Cinco Leyes Fundamentales sobre la estupidez humana que Carlo M. Cipolla estableció en su ensayo “Allegro ma non troppo”:
1.- La Primera afirma sin ambigüedad que:
“Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”
Cree el profesor que por muy alto que pensemos sea el número, siempre nos quedaremos cortos, por no incluir en él a los que considerábamos inteligentes y después se revelaron inequívocamente estúpidos ni a los que entorpecen y obstaculizan nuestra actividad apareciendo de improviso en lugares y momentos inoportunos. Piensa que esta Ley “impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población. Cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación”. Si hubiera conocido a un ilustre nacionalista de esta Iberia nuestra, que hasta inventó una fórmula matemática para averiguarlo, hubiera aumentado su grado de pesimismo sobre la naturaleza humana.
2.- Segunda Ley Fundamental:
“La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”.
Está convencido de que los humanos no son todos iguales, que unos son más estúpidos que otros, que el grado de estupidez está determinado genéticamente por la Madre Naturaleza y que no está asociado ni a raza, sexo, nacionalidad o profesión.
Afirma que entre los trabajadores "de cuello azul" (mono) existe una fracción semejante de estúpidos a la de los trabajadores "de cuello blanco", de estudiantes, de profesores de universidad e incluso a la de los galardonados con el Premio Nobel.
3.- Tercera Ley Fundamental (o Ley de Oro):
"Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí. O incluso obteniendo un perjuicio".
En función de los costes y beneficios que las acciones humanas acarrean, Carlo M. Cipolla clasifica a las personas en cuatro tipos:
Incauto: se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.
Inteligente: se beneficia a sí mismo, beneficiando a los demás.
Malvado: obtiene beneficios para sí, perjudicando a los demás.
Estúpido: causa pérdidas a otros, perjudicándose a sí mismo.
La mayoría de los individuos no actúa coherentemente siempre: unas veces pueden ir como inteligentes y otras como malvados. Sin embargo, los estúpidos muestran fuerte tendencia hacia el comportamiento estúpido en cualquier situación o cometido, siendo peligrosos porque a los inteligentes les resulta difícil comprender su conducta. Es entendible la lógica y las acciones de un malvado que trata de beneficiarse, pero no las de un tonto que se perjudica a sí mismo y al prójimo. Contra el malvado puede establecerse un plan de defensa, pero contra el estúpido es imposible, ya que actuará sin razones, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables e impensables. No existe modo alguno de prever cuándo, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque, por lo que tiene todas las de ganar….
Además, la persona inteligente sabe que lo es; el malvado es consciente de su maldad y el incauto es presa de su candidez. Pero el estúpido no sabe que lo es, y esta ignorancia le da mayor fuerza y eficacia a su poder devastador.
Como cualquier persona que vive en comunidad, el estúpido también influye en los demás con mayor o menor intensidad. Si bien hay algunos que ocasionan perjuicios limitados, los hay también que proporcionan un daño inmenso no solo a los que los rodean sino a toda una sociedad. El profesor Cipolla concreta este poder en los siguientes términos:
”La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales:
Estoy seguro que estas reflexiones del profesor Carlo M. Cipolla nos sugieren algunos ejemplos prácticos que todos hemos visto y vemos, aunque no mencionemos, no sea que se lo tomen como insulto.a) El factor genético: Algunos individuos heredan dosis considerables del gen de la estupidez, y gracias a tal herencia pertenecen, desde su nacimiento, a la élite de su grupo.b) El segundo factor procede de la posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad. Entre los burócratas, generales, políticos y jefes de Estado se encuentra el más exquisito porcentaje "E" de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada por la posición de poder que han ocupado (u ocupan). ¡Ah!, y no nos olvidemos de los prelados.La pregunta que a menudo se plantean las personas razonables es cómo es posible que estas personas estúpidas lleguen a alcanzar posiciones de poder o de autoridad. Las clases y las castas (tanto laicas como eclesiásticas) fueron las instituciones sociales que permitieron un flujo constante de personas estúpidas a puestos de poder en la mayoría de las sociedades preindustriales. En el mundo industrial moderno, las clases y las castas van perdiendo cada vez más su importancia. Pero el lugar de las clases y las castas lo ocupan hoy los partidos políticos, la burocracia y la democracia. En el seno de un sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la fracción “E” (de estúpidos) entre los poderosos. Hay que recordar que, según la Segunda Ley, la fracción "E" de personas que votan son estúpidas, y las elecciones les brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener ningún beneficio a cambio de su acción. Estas personas cumplen su objetivo, contribuyendo al mantenimiento del nivel “E” de estúpidos entre las personas que están en el poder".