27 de noviembre de 2017

Del “Si vis pacem, para bellum” de ayer al “Si vis bellum, para pacem" de nuestros días (II de II)


En la anterior entrada partimos  del: “Si vis pacem, para bellum” (“Si quieres la paz, prepara la guerra”) de escritor romano Plubius Flavius Vegetius y vimos la versión de Napoléon “Si vis bellum, para pacem.” ("Si quieres la guerra, prepara la paz"). Hoy analizaremos otras versiones dadas a lo largo de la Historia:

- “Si vis pacem, para pactum” (“Si quieres la paz, prepara el pacto”). Después de la guerra, la vida continúa, y si no se establecen condiciones justas, la guerra continuará de una forma u otra. El ejemplo de la II G.M. tuvo su origen principal  en el Tratado de Versalles, pacto por la paz firmado el 28 de junio de 1919 entre los Países Aliados y la Alemania del II Reich.

- “Si vis pacem, fac bellum” ("Si quieres la paz, haz la guerra"). Sugiere que tal vez el sólo estar preparado para la guerra no es suficiente y que es necesario librar una guerra para disuadir otra mayor. El mundo tiene que estar seguro para vivir en democracia, sin lo cual no se garantiza. Cuando fallan los medios para imponer la paz, puede surgir la batalla y en  lugar de “si vis pacem, para bellum” tendremos “Si vis pacem, fac bellum”.

- “Si vis pacem, para pacem” ("Si quieres la paz, prepara la paz"). Se atribuye a Barthélemy Prosper Enfantin, uno de los fundadores del Saint-Simonianismo, en carta  en 1841 al general Saint-Cyr Nugues “Si vis pacem, para pacem”. Vivir en paz es el mejor deseo posible, pero que choca con aquel “Homo homini lupus” de Hobbes. Es la lucha del “Buen salvaje” de Rousseau  con la esencia autodestructiva o de supervivencia del hombre.  Si se impusiera como fin, ¿por qué no poner los medios para conseguirlo?

La verdad de cada día nos demuestra que no vivimos en un mundo de paz y amor. La vida pasa sin que los ciudadanos tengan mucho que decir y hacer. La realidad no coincide ya con ese estado de bienestar perpetuo  y de “buenismo” que suelen prometernos cuando vamos a votar. La paz no es sólo la ausencia de conflictos, sino la capacidad de gestionarlos, y es un bien demasiado preciado para dejarlo en manos de desaprensivos.

Pasaron más de mil años desde que Plubius Flavius Vegetius nos dejara su particular visión sobre los conflictos armados para que en su misma tierra, un autor netamente renacentista se ocupara de nuevo  de la guerra y de cómo poder evitarla o aminorarla. Al final del capítulo III de “El Príncipe”, Maquiavelo nos dejó uno de sus muchos pensamientos, escritos hace quinientos años, y aún vigentes:

“Si alguno dijera que el rey Luis no cedió la Romaña a Alejandro y el reino de Nápoles a la España, más que para evitar una guerra, respondería con las razones ya expuestas, que no debemos dejar nacer un desorden para evitar una guerra, porque acabamos no evitándola; la diferimos únicamente: y no es nunca más que con sumo perjuicio nuestro”.

Dicho en román paladino: el que tolera un desorden para evitar una guerra, tendrá primero el desorden y después la guerra. Que no le quepa ninguna duda.


 (Derecha, Neville Chamberlain hace su famoso discurso anunciando que la «Paz de este siglo», a su llegada a Londres tras su encuentro con Hitler en Múnich.)

Siglos después, la Historia pareció repetirse durante los inicios de la II GM. Tras la Conferencia de Munich  en septiembre de 1938, tanto ingleses como franceses creyeron haber frenado los planes que Hitler tenía para anexionarse territorios y poblaciones alemanas limítrofes del Reich (Caso de los Sudetes). El Primer Ministro británico, Neville Chamberlain fue el abanderado de la política de pacificación ("appeasement"). “Paz en nuestra época” fueron las palabras que el Daily Herald recogió de Chamberlain a su llegada al aeropuerto de Londres el 1 de octubre de aquel año. Durante los días siguientes se debatió en la Cámara de los Comunes sobre el Pacto suscrito con las autoridades del nacionalsocialismo alemán.

De todo el discurso con el que Winston Churchill  replicó a Chamberlain, sólo unas pocas palabras han pasado a la Historia, rememorando a Maquiavelo: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra…elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”. El hecho cierto es que  poco tiempo después, el Reich se apoderó de los Sudetes y de otros territorios más,  y hubo también guerra. Sobre la veracidad de esas palabras de Churchill y sobre su aleccionador discurso aplicado a la situación  actual de España en su crisis con Cataluña nos ocuparemos en la siguiente entrada.

La última reseña sobre una de las sentencias anteriores la he encontrado en un artículo reciente de Arcadi Espada,  de recomendable lectura y publicado en El Mundo bajo el título “Si vis pacem fac bellum”.,  Toma como referencia los acontecimientos del 1 de octubre en Cataluña y los enfrentamientos entre quienes querían votar en un referéndum ilegal, y analiza la actuación de la policía para impedirlo y el tratamiento que de ello hizo la prensa extranjera y una parte de española.

A. Espada cita un párrafo de la última  obra de Ian Morris Guerra y lo contextualiza en el momento catalán: “La tesis central del libro de Morris es una superación radical del viejo adagio latino Si vis pacem para bellum. En su lugar el historiador y arqueólogo viene a proclamar "Si vis pacem fac bellum. Y escribe: «Si bien la guerra es la peor manera imaginable de crear sociedades más grandes y pacíficas, es básicamente la única que los seres humanos han descubierto. 'Dios mío, debe de haber otra manera', cantaba Edwin Starr, pero aparentemente no es así»”.

 Quizás esa máxima de "Si vis pacem fac bellum" nos ayude a reflexionar que la fuerza y la violencia del Estado pueda prevenirnos de otra mayor y menos deseable que en nombre de la paz se oculta una guerra.


20 de noviembre de 2017

GROTESCO PUIGDEMONT, TODO UN GRAN ERROR

Nuestro colaborador José-Tomás Cruz Varela se centra hoy en el error Puigdemont, sin ambages y sin miramientos. Sin embargo, para la mayor parte de la ciudadanía, este político anodino se ha comportado miserablemente al huir  del barco que encallaba en el Art. 155 y abandonar a sus compañeros de promesas y falacias. Se presentaba como el valiente que asumiría sus responsabilidades, pero ha quedado como un cobardica simplón. Le han faltado arrestos para enfrentarse a las leyes que despreciaba. No obstante, para sus votantes y seguidores fanatizados su actuación ha sido heroica, ya que el grado de adoctrinamiento del que disfrutan les priva del más mínimo sentido crítico. Cualquier cosa que haga será siempre una proeza. Y aunque los lleve al desastre, siempre serán los votantes más agradecidos  del planeta. ¡Allá ellos!
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GROTESCO PUIGDEMONT, TODO UN GRAN ERROR

(De mi puño y tekla)

  Juzgar a los catalanes en base a la catadura y comportamiento de cierta parte de sus dirigentes políticos sería una injusticia. Tras la aplicación del artículo 155, huida de Puigdemont a Bruselas, huelga del pasado miércoles, abandono de empresas y un largo etcétera, han convertido a la región en un insufrible despropósito.

   La asistencia de Forcadell a la manifestación del sábado, habría resultado demasiado descarado tras sus recientes declaraciones contradictorias ante el juez.

   Pretender presentar a España como un Estado represor no prosperaría nunca, como una quimera la confección de una lista  electoral única por parte de los  independentistas. Puigdemont y compañía se están equivocando con sus planteamientos y estrategias. Oriol Junqueras sueña con alcanzar la presidencia de la Generalidad, lo  que anula toda posibilidad de acudir a las próximas elecciones con una lista unitaria encabezada por el ex-presidente residente en Bruselas. Los ruegos de Mas, Pascal y varios dirigentes del PDenCAT pidiendo a Esquerra el acudir juntos a los comicios han sido inútiles como vaticinaron todos los sondeos de opinión.

   Todavía son multitud los catalanes que continúan apoyando el soberanismo, si bien, los síntomas apuntan hacia un lento declive. Las bases de ANC y Ómnium ya cuestionan a sus líderes y eso es una clara señal de descenso, como el hartazgo sobre el independentismo por parte de la ciudadanía tras comprobar que la prosperidad prometida no aflora por ningún sitio, sino más bien todo contrario.

   Resultaría cuando menos paradójico que el próximo presidente de la Generalidad se encontrase en prisión en el momento de su elección. Todo indica que ERC parte como favorito para ganar el 21-D, por lo que el aspirante a suceder a Puigdemont recaería en Oriol Junqueras. Lo suyo será que se habiliten los medios necesarios para que los candidatos y otros implicados puedan participar en las respectivas campañas electorales y no se añada un problema más.

   Tras analizar las últimas declaraciones de destacados políticos implicados en el "proces", todo lo sucedido con posterioridad al 1-O,  proyecta una imagen de desconcierto, opera bufa o tomadura de pelo. Tanto la falsa declaración de independencia como la autoproclamación de la República catalana no reunían la más mínima viabilidad, unido como remate, a la traición de la presidenta del Parlamento, Carmen Forcadell.

   Las proclamas posteriores han quedado en un "sálvese quien pueda". Reconocer que el "Govern" no está preparado y que aún es posible una solución distinta a estas alturas, ha supuesto el final de la carrera para Puigdemont. Lo suyo habría sido retirarse de la política como tiempo atrás anunció, pero le pudo la ambición como a la mayoría y lo único que ha conseguido es el incrementar su desprestigio. El gran favor que le podría ofrecer a Cataluña sería presentar su dimisión irrevocable y cuanto antes mejor, con lo que demostraría cierta dignidad. Hacerlo peor es prácticamente imposible y mantenerlo en el poder, cuando menos resultaría peligrosamente inquietante...¡¡Tiempo al tiempo!!

Atentamente.

José-Tomás Cruz Varela

12 de noviembre de 2017

Del “Si vis pacem, para bellum” de ayer al “Si vis bellum, para pacem” de nuestros días (I de II)

Es innegable que las autoridades separatistas  de Cataluña llevaban años adoptando una planificada actitud de enfrentamiento con el Estado español.  Deseaban forzar una situación límite que terminara con la claudicación de la nación española ante una ensoñación soberanista y la proclamación de la tan ansiada como inviable “república catalana como estado independiente, soberano, democrático y social”.

A lo largo de la Historia han sido demasiadas las guerras que los pueblos han mantenido por asuntos menores que el actual conflicto creado por los independentistas e innumerables los muertos ocasionados. Sin ir más lejos, la proclamación del Estado Catalán por Lluis Companys  se llevó 74  vidas y centenares de heridos.


"Es algo formidable. Mientras escucho me parece que estuviera soñando. Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra. ¡Y una declaración de guerra —que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente— en el preciso instante en que Cataluña, tras siglos de sumisión, había logrado sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias, la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se habría atrevido a hacer lo mismo con ella”.(Juliana, 2014, «La España de los pingüinos», p. 149. «Aquella noche Gaziel lloró de rabia y vio confirmada su intuición de que la República iba a acabar mal».)

La situación a la que ha llevado hoy Puigdemont y su Gobierno  a Cataluña y a España  en su conjunto no desmerece en gravedad ni un ápice de lo entonces sucedido, aunque parece que con la aplicación del artículo 155 de la CE sea suficiente para el retorno a la legalidad, y esperar hasta el próximo encontronazo. Para una mejor comprensión de lo ocurrido es conveniente en estos momentos de zozobra repasar la Historia y estudiar las soluciones que se dieron a conflictos tanto armados como diplomáticos, y que cada cual saque sus consecuencias y enseñanzas, y que nunca se llegue a las armas.

Hacia el año 390, el escritor romano Plubius Flavius Vegetius nos dejó escrito el siguiente pasaje “Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum; qui victoriam cupit, milites imbuat diligenter; qui secundos optat eventus, dimicet arte, non casu. Nemo provocare, nemo audet offendere, quem intellegit superiorem esse pugnaturum”, (Epitoma rei militaris, 3. Praef., también conocido como De re militari, Compendio de técnica militar) (“Por lo tanto, quien desee la paz, que se prepare para la guerra. Quien esté dispuesto a conseguir la victoria, que entrene a sus soldados cuidadosamente;  quien aspire a un resultado exitoso en la guerra que luche con talento sin dejarlo al azar. Nadie se atreve a provocar a quien reconoce ser superior en el combate”.)

De la sentencia anterior parece que derivó  la máxima latina “Si vis pacem, para bellum” (“Si quieres la paz, prepara la guerra”), atribuida erróneamente a Julio César. Aunque parecidas hay alguna diferencia: en la segunda se establece un mandato para conseguir un deseo, mientras que en la primera se fijan situaciones posibles de la vida con los remedios precisos para resolver el conflicto.

No es de extrañar que Napoleón conociera la expresión anterior y  para aplicarla a su política exterior cambió el orden de los términos : “Si vis bellum, para pacem.” ("Si quieres la guerra, prepara la paz"). En ese pensamiento parece radicar la estrategia de un  líder que planea una guerra y cultivando la paz, deja a las otras naciones desprevenidas y desguarnecidas. 

Visto el proceso llevado por los independentistas catalanes,  parece como si hubieran estudiado a Plubius Flavius Vegetius  y siendo conscientes de que “Nemo provocare, nemo audet offendere, quem intellegit superiorem esse pugnaturum" ("Nadie se atreve a provocar a quien reconoce ser superior en el combate”) se olvidaron de las tácticas de guerras pasadas y acudieron a modelos más sofisticados: victimismo económico, adoctrinamiento escolar y en los medios de comunicación y clientelismo político. Aprovecharon la crisis económica de este siglo XXI para pedir mayores privilegios fiscales presionando en el debate político y aún más en la calle,  sabiendo   que no lograrían un régimen especial semejante al  "cupo vasco". El objetivo marcado desde hace tiempo era crear malestar y desafección  con el lema "España nos roba". Pensaron además que contaban con el reconocimiento internacional a la futura república  catalana  y que un Gobierno de España débil,  con minoría en el Congreso y en apuros económicos,  cedería a sus pretensiones independentistas. Incluso llegaron a creerse y a pregonar que se marcharían de España quedándose en Europa porque necesita más a Cataluña que Cataluña a Europa, ya que son  imprescindibles  en el mundo.

 Ignoro si los estrategas catalanistas conocían la máxima de Napoléon, pero en la práctica la bordaron: “Si vis bellum, para pacem.” ("Si quieres la guerra, prepara la paz"). Durante años prepararon el momento de su escisión unilateral de España mediante un ficticio proyecto de “construcción nacional”,  aprovechando la miopía política y la escasa visión del sentido de Estado tanto del PSOE como del PP. Su apoyo a estos partidos no fue gratis. Cada legislatura sin mayoría absoluta se la cobraban los nacionalistas en nuevos pasos de secesión, "más autogobierno" decían. A los independentistas nunca les importó España: sólo pensaban en su fantasmagórica república, siempre con pasos adelante y ninguno hacia atrás, siempre insaciables.

El camino lo abrió el Muy Honorable (hasta que dejó de serlo) Pujol y siguientes lo siguieron en la planificación de la guerra del separatismo aparentando cultivar la paz, dejando al Estado  desprevenido y desguarnecido. No faltaron en uno y otro espacio  quienes tacharon de falta de patriotismo a los que avisaban del peligro secesionista. Los partidos políticos fueron agentes necesarios del desastre, y mientras se creían salvadores del momento,  hipotecaban su futuro y el los españoles.

 Al final y por suerte para España,  los planes independentistas no se cumplieron , de momento,  y todos sus proyectos han quedado al descubierto. El fracaso y el ridículo ha traspasado fronteras. Eurípides lo dijo hace siglos: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco».  Y como locos han quedado tras un baño de realidad.

A la versión de “Si vis bellum, para pacem” se han ido añadiendo otras posteriormente que veremos en la próxima entrada, así como sus enseñanzas.


4 de noviembre de 2017

Puigdemont, entre lo grotesco y lo patético

Resulta una obvio decir o escribir que el idioma español es rico en adjetivos. Sin embargo, es difícil encontrar  el calificativo más ajustado al político Puigdemont, porque todos se quedan cortos. Ignoro el futuro de este este personaje mediocre y es complicado adivinar si seguirá en el viaje sin retorno iniciado  o se pasará años algunos de obligada meditación a cuenta del erario. Su antecesor Tarradellas dijo que: "En política se puede hacer de todo menos el ridículo", y Puigdemnont, a falta de otros títulos mejores, se ha doctorado en lo segundo. Este independentista catalán siempre nos recordará que la estupidez humana no tiene límites, y la Historia lo contará. Como dice nuestro colaborador  José-Tomás Cruz Varela...¡¡Tiempo al tiempo!!
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Pretender comparar la actuación de un payaso con el comportamiento de Puigdemont, constituye todo un insulto para los profesionales del circo. Su excursión a Bruselas acompañado de seis de sus consejeros ha resultado patética.
Si algo debe tratar de evitar un político es el caer en el más denigrante de los ridículos, como ha sucedido con la declaración de independencia y posterior escapada, a sabiendas de que el jueves día 2 de noviembre, debía comparecer en la Audiencia Nacional bajo la acusación de rebelión y sedición.
La majadería de convocar una rueda de prensa en la citada ciudad, alegando ser el presidente legítimo de Cataluña, no pasa de ser una vulgar imbecilidad, que al margen de colocarlo fuera de la ley, constituye un desprestigio para España, supeditando su retorno a que se le garantice un “juicio justo”. Mayor descaro imposible.
Tan grotesco personaje, vive soñando noche tras noche, con que la Unión Europea tome conciencia de la supuesta crisis catalana, pretendiendo convertir la comunidad en república independiente, contando con el fantasmagórico apoyo de su “ministro de Asuntos Exteriores”, Romeva, e ignorando que la prensa de Bruselas no es precisamente el medio más idóneo para promocionar el nacionalismo.
Este expresidente catalán, en lugar de montar sus esperpénticas huidas, más le valdría revisar su deleznable gestión económica y no haber convertido su comunidad en un auténtico caos. A modo de ejemplo cabría preguntarse con qué fondos se están financiando las arbitrariedades generadas por el desdichado “proces”. Según las informaciones publicadas, el PIB nacional se resentirá en torno a los 14.000 millones de euros, cifra que supondrá la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo.
Quizá, las aspiraciones de Puigdemont pasen por intentar ser considerado como un presidente exiliado pero nunca cesado, figura que con sus características no existe en Europa.
Sin más dilación, el Gobierno de España debería zanjar todos los despropósitos que este aberrante político ha venido cometiendo y tolerando a sus líderes soberanistas sin el más mínimo control, cuya factura estamos pagando empresas y trabajadores. En efecto nuestra justicia es lenta pero más temprano que tarde se impondrá la razón y todos ellos terminarán pagando sus delitos….¡¡Tiempo al tiempo!!

José-Tomás Cruz Varela