22 de abril de 2011

Tardes de Viernes Santo

No voy a negar a estas alturas de mi vida que cuando llega  el Viernes Santo, particularmente, y, en general,  toda la Semana Santa, una atmósfera  de misterio invade  mi consciencia y transforma mi sensibilidad,. Reconcozco estar influenciado por una educación religiosa desde la infancia, por los austeros ambientes familiares de nuestros pueblos castellanos,  por sus silenciosas  procesiones y por las  largas celebraciones religiosas. Nos acostumbraron  a la abstinencia de comer carne ciertos días  de la cuaresma y de la Semana Santa sin comprender por qué la Iglesia nos permite alimentarnos de  marisco y fino pescado durante esas fechas y, sin embargo, hacerlo con unas humildes salchichas o un torrezno o una hamburguesa se escapa de la norma.Y así han ido pasando los años...

No voy a negar tampoco que he tenido y tengo dudas sobre lo divino y lo humano, sobre la contraposición fe-razón, sobre la creencias en las tradiciones y sobre las creencias en el más allá, llegando a la conclusión que ambos campos pueden ser compatibles y que de esa pugna interior se puede salir airoso. Cuando el dolor y la muerte de un ser querido nos toca de cerca, cuando las guerras acarrean tanto sufrimiento a seres desconocidos y las desgracias naturales se llevan tantas vidas y otras las dejan cercenadas para siempre, no  dejo de buscar una solución racional que no encuentro, y, por eso,  acudo a otra realidad  que me sobrepasa...Y así he ido pasando los años, largos y monótonos al principio, y cortos e imparables después.

En estos días de Semana Santa, el creyente busca una  solución  que dé sentido a su vida; y el no creyente ni se lo plantea; unos buscan recogimiento interior y otros buscan fuera de sí  lo que no encuentran dentro.Y cada uno, a su modo,  va pasando los años sin darse cuenta que son los años los que le sobrepasan a uno.

Aunque no es un texto religioso, sirve para hacernos reflexionar en estas fechas lo que escribía en Albert Einstein  en   “El mundo como yo lo veo”

"¡Qué admirable y digna de atención es nuestra situación, la de los hijos de esta Tierra! Cada uno de nosotros sólo se halla aquí para cumplir una breve visita. No sabemos con qué fin, aunque… a veces creemos sentirlo. Desde el punto de vista de la vida cotidiana, y sin reflexionar con más profundidad, sabemos lo siguiente: estamos en la Tierra para los demás, y en primer lugar, para aquellos de cuya sonrisa y bienestar depende plenamente nuestra propia dicha. También existimos para los innumerables desconocidos con cuyo destino nos ligan y encadenan lazos de simpatía.

Todos los días pienso muchísimas veces que mi vida –exterior e interior- descansa sobre el trabajo de los hombres del presente y de los que ya no se encuentran entre los vivos, y que debo realizar un esfuerzo para retribuir en igual medida todo lo que he recibido y lo que sigo recibiendo. Experimento la necesidad de ser frugal, pero a menudo tengo la sensación –diríase apremiante- de que exijo de mi prójimo más de lo necesario. Considero injustificadas las diferencias sociales y que, en realidad, están basadas en la violencia. Creo también que sería conveniente para todos, y tanto para el cuerpo como para el espíritu, una vida exterior sencilla y sin mayores pretensiones.
Siempre me pareció insensato, desde el punto de vista objetivo, formularme preguntas sobre el sentido y la finalidad de mi propia existencia, así como la de los semejantes. No obstante, cada individuo abriga ciertos ideales que orientan sus tendencias y sus juicios. En este sentido, jamás me pareció que los placeres y la dicha poseyeran un fin ni tuvieran un objetivo (esta base ética la denomino también “ideal de una piara de cerdos”).
Los ideales que alumbraron mi camino y me infundieron alegre ánimo para vivir, fueron siempre el bien, la belleza y la verdad. Sin la sensación de estar de acuerdo con los que piensan de la misma manera, sin la ocupación de lo objetivo, de lo eternamente inalcanzable en el mundo del arte y de la investigación científica, la vida me habría parecido vacía, desprovista de contenido. Los objetivos triviales de las tendencias humanas: la posesión de bienes, el éxito exterior y el lujo, me parecieron execrables desde mis años juveniles.
Lo más hermoso de la vida es lo insondable, lo que está lleno de misterio. Es éste el sentimiento básico que se halla junto a la cuna del arte verdadero y de la auténtica ciencia. Quien no lo experimenta, el que no está en condiciones de admitir o asombrarse, está muerto, por decirlo así, y con la mirada apagada.

También la religión se basa en lo misterioso, aunque con una mezcla de temor. El conocimiento de que existe algo impenetrable para nosotros, de que hay manifestaciones de la razón, de la conciencia más honda y de la belleza más deslumbrante, accesibles a nuestra conciencia sólo en sus formas más primitivas; todo este saber, conocer y sentir, da origen a la verdadera religiosidad; en este sentido, y sólo en él, pertenezco a los hombres profundamente religiosos. Pero no alcanzo a imaginar a un Dios que premia o castiga a sus criaturas, o que, en general, posee una voluntad semejante a la que observamos y sentimos en nosotros mismos. Tampoco me es posible concebir que un individuo sobreviva a su muerte corporal; esta clase de pensamientos sólo pueden servir de alimento para las almas débiles, temerosas, o ridículamente egoístas.

A mí me basta con el misterio de la eternidad de la vida, con el conocimiento y el sentir de la admirable estructura de la existencia, con lo presente, así como con la abnegada tendencia hacia la comprensión y el logro aunque sea de la mínima parte de la Razón que se manifiesta en la Naturaleza." (Cómo veo el mundo. Alberto Einstein. Siglo Veinte. Buenos Aires, 1978, pg. 9 y ss. El ensayo fue publicado originalmente en "Forum and Century" vol. 84, págs. 193-194, el décimotercero en la serie "Living Philosophies". También se incluye en "Living Philosophies" (págs. 3-7) Nueva York: Simon Schuster, 1931.

Epílogo- Algunos comentarios de Einstein sobre la religión:

"Todo el que está implicado seriamente en la búsqueda de la ciencia se convence que un espíritu se manifiesta en las leyes del Universo - un espíritu superior al del hombre…. De esta manera la búsqueda de la ciencia conlleva la sensación religiosa de un ser especial..." (Carta a un niño que le preguntó si los científicos rezan, 24 de enero de 1936.)

"No han encontrado ninguna mejor expresión que "religiosidad" para la confianza en la naturaleza racional de la realidad, en cuanto es accesible a la razón humana. Siempre que esta sensación esté ausente, la ciencia degenera en un empirismo sin inspiración."
(Carta a Mauricio Solovine, el 1 de enero de 1951).

"Intente  penetrar con nuestros medios limitados los secretos de la naturaleza y usted encontrará que, detrás de todos los encadenamientos perceptibles, sigue habiendo algo sutil, intangible e inexplicable. La veneración para esta fuerza más allá de cualquier cosa que podemos comprender es mi religión. A ese grado soy, de hecho, religioso." -H. G. Kessler, The Diary of a Cosmopolitan, (London: Weidenfeld and Nicolson, 1971), p.157

"¿Cuál es el significado de la vida humana, o de la vida orgánica en conjunto? Contestar a esta pregunta implica una religión. ¿Entonces hay sentido, usted pregunta? Contesto, el hombre que mira su propia vida y la de sus criaturas compañeras como sin sentido no es simplemente desafortunado sino casi descalificado para vivir."(Cómo veo el mundo. Alberto Einstein).

"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir... Hay dos maneras de vivir la vida: una como si nada es un milagro, la otra es como si todo es un milagro... El que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse más le valdría estar muerto, porque sus ojos están cerrados."

Si has llegado hasta aquí, seguro que algo  has pensado, y algo te ha hecho pensar...

2 comentarios:

  1. No están nada mal traídos estos pensamientos de Einsteinm para estos días, y la introducción tampoco. Estoy bastante conforme con lo que escribe.

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  2. Entre la semana santa de estos años y la de hace alugnos de mas atras no hay ningun parecido, hoy son vacaciones y turismo y lo que era Religión ha quedado en minoria.

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