6 de marzo de 2017

VIAJE AL PAIS DE NUNCA JAMAS: ISLANDIA (I de III)

 Con motivo del “Día del Libro”, en abril de 2010 escribí dos artículos: Berlín, "La Biblioteca sin libros..." (I) y su segunda parte,  “Berlín, "La Biblioteca sin libros..." ( y II). Se trataba de un paseo por la ciudad de Berlín que poco tiempo antes había realizado. De él aprendí algo que quise dejar plasmado en el blog, y que aún me emociona cuando lo veo. Tres años después añadí al blog el el viaje de un americano buscando el origen de su apellido,  “De Nueva Inglaterra (USA) a Sinovas (Burgos-España) tras el apellido ROJO”. Nunca más había vuelto a publicar nada referente a este tema, quizás por  carecer de un relato que transmitiera de forma atractiva una vivencia personal. Hoy, sin esperarlo, me ha llegado lo que buscaba y no encontraba: la experiencia vivida recientemente por un amigo zamorano y su familia durante un viaje por una isla muy especial,  contada con ese espíritu aventurero que llega al corazón y a la mente del lector….

VIAJE AL PAÍS DE NUNCA JAMÁS: ISLANDIA

Antecedentes.

Mis datos culturales sobre Islandia eran muy parcos. Conocía su situación geográfica: muy al norte, cubierta de hielos, donde podían verse glaciares, géiseres, muchas montañas derivadas de su actividad volcánica, y poco más, salvo que era un país muy joven, independizado de Noruega y que buena parte del buen bacalao que he comido durante toda mi vida procedía de allí.


No tenía mayor interés para mí hasta que en la Copa de Europa de Selecciones de Fútbol, Islandia tuvo un papel más que digno, llegando creo, a octavos de final. Pero no había motivo, ni ese lo era tampoco, para despertar mi curiosidad sobre ese país.

Por otra parte, tanto mi mujer como yo, siempre hemos elegido países de climas cálidos o países con historia que intentamos descubrir a través de sus calles y monumentos.
(Derecha: localización de Islandia)

El verdadero motivo que despertó mi interés por conocer más cosas de Islandia se produjo con una llamada telefónica de mi hija Saray, en la que me dijo: “Papá estamos preparando Manuel y yo un viaje a Islandia, para hacer fotos y, he llamado a mamá y dice que a ella le haría ilusión ir, para ver las auroras boreales, pero me dice que te lo diga a ti y, que si tú quieres ir, ella también”. Me sorprendió, consulté con Placy, la vi animada y dije, bueno…

Saray y Manuel, bueno especialmente Manuel, se encargó de todo. Concertó, vuelos, hoteles, rutas y todo lo fundamental. Me daba participación para conocer mi interés en la confección de las rutas, pero no entré. Esta era mi motivación, acompañar y disfrutar hasta donde pudiese, sin más, era un país al que pensaba que, jamás iba a ir.

Viaje
En los días previos, hicimos acopio de ropa adecuada para el viaje, teniendo en cuenta, frío, agua y nieve. Iniciamos el viaje el sábado 18 de febrero, en coche hasta Madrid, allí vuelo de cuatro horas y media hasta Keflavik, a 50 km de Reikiavik que es la capital. Llevábamos concertados hoteles pero no coche, por lo que alquilamos uno en el aeropuerto. Fue donde empecé a darme cuenta que a otras muchas personas les interesaba Islandia más que a mí, porque había una tremenda oferta compañías de coches de alquiler y todas los tenían ocupados. Nuestra intención primera era alquilar un coche pequeño, pero no había y, al final contratamos un Jeep 4x4.
 Instalados en nuestro Jeep, las primeras sensaciones fueron que habíamos acertado plenamente. No se trataba de un viaje clásico donde una vez que dejas el avión, vas al hotel, dejas las maletas y te mueves desde el hotel, incluidas las excursiones. No, el hotel, es una pieza de la excursión, cada noche cambia, solo permanece el coche, de ahí su importancia. Al salir a carretera, miedo al hielo, todas las carreteras tienen hielo o nieve y, cuando no la tienen el viento racheado la incorpora de las cunetas.

De camino a Reikiavik y, con las primeras sensaciones de conducción segura, ya que todos los coches llevan neumáticos de invierno, con clavos o no, pero de invierno, mi misión al volante era tranquilizar a los pasajeros que desprovistos de la experiencia de seguridad que yo adquirí en los primeros minutos, conduciendo, ellos no tenían y, se veían en la cuneta, porque la carretera parecía impracticable.

En ruta, planteó Manuel, podemos ver Blue Lagoon. Se trata de una laguna azul, rodeada de nieve y piedra volcánica, donde la simple visualización, te aporta tranquilidad y te sorprende ver entre la nieve, esta maravilla que aprovechan muchos bañistas para disfrutar de su temperatura y, tal cual piscina veraniega, tomarse su aperitivo.
 La respuesta a tu pregunta, es obvia. No llevábamos bañador y acabamos de aterrizar. No estábamos preparados aún para hacer este tipo de inmersiones en la cultura autóctona. Disfrutamos eso sí, de ver y, no digo yo que si esta experiencia la hubiésemos tenido al final del viaje, no la hubiésemos materializado.

De allí, a lomos de nuestro Jeep 4x4, continuamos viaje a Reikiavik. Según nos contó Manuel, en el momento de contratar hoteles, para esa fecha no había ninguna plaza disponible, o estaba muy en el extrarradio, por lo que fuimos a un apartamento en el centro. La oferta de hoteles, he visto en internet, es amplísima, una de las páginas dice que hay 561 hoteles. De cualquier forma el apartamento escogido cumplía nuestras expectativas, en limpieza, dimensiones y actualización de servicios y, además estaba en el purito centro.
Mientras dormíamos la siesta, Manuel se encargó de zambullirse por el centro de Reikiavik. De vuelta a casa, ya teníamos programa para visitar las calles comerciales, visitar la iglesia catedral y sitios donde cenar.




Por la noche, durante la cena, recibimos la visita de Jaime, el hijo de Rosa Valdeón que, estaba por allí con un grupo de amigos, recorriendo la isla.

Jaime nos dijo que ellos habían dado toda la vuelta a la isla y que la parte norte es la más dura en estas fechas. Sin lugar a dudas Manuel había acertado al seleccionar rutas solamente por el sur que era duro, pero no tanto.

Como en toda Europa, a las 10 de noche y nevando, calles vacías… Los pub a reventar de turistas tomando la penúltima copa, aunque no creo que fuesen muchas porque el precio no lo permite. Noche plácida en el apartamento y gracias a internet yo estuve viendo canales de la televisión española y me dormí con el programa de El Partidazo de la cadena Cope. Suficientes experiencias para el primer día.

Segundo día

Para este segundo día teníamos un programa muy completo, por lo que la directriz era levantarse a las siete de la mañana y salir en el entorno de las ocho. Lo cumplimos, yo a las 7 estaba escuchando a Carlos Herrera en Cope que, decía que ya eran las 8 y nos estaba llamando camastrones. La diferencia horaria es porque Islandia tiene una hora menos que nosotros. Nos instalamos en nuestro Jeep, después de desayunar y a las ocho y media estábamos en marcha. Era de noche y nos guiábamos por el Google Maps, hacia el Parque Nacional de Thingvellir (Patrimonio de la Humanidad UNESCO) a unos 44 km de Reikiavik.  El Thingvellir fue declarado parque nacional en 1928 debido a su importancia histórica, así como por sus especiales características tectónicas y volcánicas. La deriva continental puede ser observada claramente en este lugar, visible en las fallas que atraviesan la región. La más grande de todas ellas, Almannagjá, forma un cañón de considerables proporciones. Esta es la causa de los habituales terremotos que se perciben en esta zona. Thingvellir fue designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2004. Realmente yo insistí en ir a conocer este parque, porque le prometí a mi amigo Guillermo, de Pobladura de Valderaduey que, iría a verlo y pondría un pié sobre la placa tectónica europea y el otro sobre la placa americana. Me costó, pero lo conseguí. Se trata de un gran cañón y en su parte más visitada se hace imposible, hasta para un cíclope gigante abarcar las dos placas, pero lo conseguí haciendo unos cuantos kilómetros más donde la distancia entre las fallas se transforma en un regato de medio metro de anchura. En la explanada de aparcamiento, había seis autobuses, siete todo-terrenos monstruosos y una cantidad ingente de coches.

 Promesa cumplida, Guillermo.

Visto el parque, nos dirigimos al Gran Geysir, el géiser más conocido de Islandia. Por el camino bordeamos lagos inmensos y postales panorámicas impresionantes. El Geysir puede lanzar chorros de agua a 80 metros de altura y a 100 grados de temperatura, en explosiones continuadas cada ciertos minutos. Alrededor del Gran Geysir hay innumerables fumarolas que simulan desde la distancia hogueras de paja húmeda.



En todos los puntos turísticos existe una buena infraestructura de servicios para los turistas, en grandes áreas de atención. Ahí comimos para continuar viendo la gran catarata de Gulfos.
 Era el segundo día en Islandia y estábamos haciendo una inmersión turística inesperada. En pocos kilómetros, la Ruta Dorada, presenta el Parque Nacional, los Geiseres y esta catarata. De propina a un paso, a media hora en Gran Cráter Volcánico, Kerio.

Yo me estaba comiendo aquello de que a este país, jamás viajaré. Y me lo estaba pasando bien. Las carreteras totalmente practicables, el coche respondiendo como preveíamos. Comparar estas cataratas con Iguazú es muy difícil. Solamente se parecen en que el agua cae por un precipicio, rompiéndose, abajo, al estrellarse con la roca. Aquí las aguas son limpias de deshielo, allí procedentes de los ríos amazónicos, preñadas de limo y vegetación. Ambas preciosas.

 El volcán duerme tranquilo, sin dar signos de vida, pero Europa tiene muy cercana la erupción de un volcán islandés el año 2010, donde la aviación tuvo que aparcar muchas aeronaves, en espera de que amainasen las cenizas. Si el primer día había sido completito, éste segundo en domingo, había superado todas nuestras expectativas. Con calma, en una tarde soleada, iniciamos camino del hotel en Hella. Por el camino nos dio tiempo a ver aún, varias casas recubiertas de tierra y musgo.

Hella, es una pequeña ciudad/pueblo de unos 2000 habitantes, pero con un elevado número de hoteles. Ya veremos el por qué. Nos hospedamos en uno de ellos, cuyo nombre carece ahora de importancia, pero que huele a nuevo como si lo hubiésemos estrenado. Sorprende la construcción, por su sencillez y la eficacia de sus placas de aislamiento térmico.

(Continuará...)

3 comentarios:

  1. En el año 2010 un grupo de amigos de Madrid y otras provincias hicimos es mismo viaje a Islandia y volvimos entusiasmados con la visita, felicito al autor o autores porque nosotros hicimos el viaje pero solo lo tenemos en la memoria y en unas pocas fotos y seguire leyendo lo que falta.

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  2. Ánimo con tu afición, nos brinda momentos muy bonitos.

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  3. Bonito y curioso reportaje de unas tierras tan diferentes de las nuestras. Ahí está su actractivo y la curiosidad por lo desconocido

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