20 de junio de 2016

¿Debates? ¿Qué debates?

A principios del pasado mayo,  Mariano Rajoy  confesó en la Cadena SER que “a nadie le apetece hacer debates, estas cosas requieren un gran esfuerzo, no es algo cómodo". Estas palabras parece que disgustaron a sus adversarios, pero en realidad les vinieron bien como arma de campaña.

Segundo González (Podemos) le replicó deseando que "esta vez haya más debates", y su compañero  Villegas aseguró que Pablo Iglesias "estaba dispuesto a acudir a todos los posibles". Desde Ciudadanos cuentan que su criterio es debatir con todos los números uno: "Iremos allí donde vayan los candidatos a la presidencia del Gobierno”.

«Lo que no podemos empezar es por aceptar debates donde no está Rajoy. Los españoles merecen un debate a cuatro… que es momento de que Rajoy se deje de pantomimas, de atriles vacíos y que su partido no va a aceptar los vericuetos de Rajoy para volver a escaparse de los debates…Ha llegado el momento de sacar a Rajoy de la cueva, que dé la cara y que debata con todos».

Al debate sobre los debates se han unido distintos medios informativos (según López, el PSOE ha recibido ya seis peticiones de debates, promovidas por El País, ABC, TVE, Atresmedia, Mediaset y la Universidad Carlos III, para reunir a Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera), periodistas  y comunicadores, unos buscando espectáculo y hacer caja y otros la lógica confrontación de ideas.

Soledad Gallego calificaba a Rajoy en su artículo  “Menos días históricos, más debates. En política, normalidad es un concepto vinculado a la existencia de mecanismos institucionales, racionales y consensuados”, como una “extrañeza política”, siempre reacia a los debates de los que hábilmente se ha escabullido durante su dilatada carrera de representante,  pensando que “Los debates televisados entre candidatos presidenciales deberían ser el instrumento normal a través del cual ellos pudieran clarificar cuales son los objetivos que se proponen alcanzar y cómo proponen a la sociedad que sea su futuro. En los debates, especialmente si participan periodistas capaces de formular, no disparos al cielo, sino preguntas particulares para cada uno de ellos, sería posible despejar incógnitas sobre cómo piensan responder a las demandas de la ciudadanía (y no a sus propias elucubraciones).”

Por su parte, un editorial de El País, (“Un derecho del elector. Los debates entre candidatos son decisivos para aclarar sus posiciones”) reclamaba el derecho de los electores a la existencia de debates:

 “Los debates electorales son un derecho de los ciudadanos, como titulares de la función constitucional de participar en los asuntos públicos por medio de representantes…. Es justo y legítimo que la discusión seria entre aspirantes a gobernar clarifique lo que haya de decirse sobre empleo, impuestos, pensiones, regeneración democrática, política exterior o reforma constitucional”.

Cree, además,  que la negociación del formato (“número de participantes, contenidos, duración, escenario físico de los encuentros…”) no puede ser un obstáculo para su realización,  que se pueden reducir los gatos de una campaña electoral, simplificándola, y que sobran las comparecencias individuales, personalistas y ñoñas, no expuestas a una  seria argumentación contraria, “quedando en evidencia aquellos que no sean capaces de exponerse a argumentos contradictorios”.

Y aboga por varios debates, (“Nadie está libre de tener un mal día ante audiencias millonarias”)  preparados a fondo por los participantes, ya que pueden ser “comunicativamente eficaces”.

Previamente a las elecciones pasadas, el mismo diario publicó otro editorial sobre el mismo tema: “Debate transformador. Ausente Rajoy, tres renovadores de la política discuten hoy sus ideas en EL PAÍS”, en el que apuntaba ciertas ideas:

“Cada vez está más claro que la campaña electoral debe ser una sucesión de debates, más que una cadena de mítines destinados a los simpatizantes que ya se muestran convencidos de antemano. Porque el problema de la política moderna es convencer. Sin contradicción, sin intercambio ni impugnación razonada de ideas, sin análisis confrontados, no hay debate; solo monólogos y soliloquios… los aspirantes a la presidencia tienen que convencer a los indecisos con razones, y no con meras descalificaciones o diálogos de sordos. Solo así los electores podrán encontrar motivaciones para decidirse”.


“Desde estas páginas siempre hemos defendido que los debates electorales no deberían ser fruto de los intereses partidistas de unos o de otros, porque forman parte de los derechos de los ciudadanos y los deberes de los políticos...”

 Le parece una buena noticia “que los candidatos del PSOE, Podemos y Ciudadanos se muestren partidarios de celebrar tres debates a cuatro, siempre que asista Rajoy” y una mala que “el PP los quiera limitar a su mínima expresión”.

Fundamenta la celebración de varios debates en “la tradición de los principales países democráticos occidentales” y en la necesidad de los electores en “conocer en profundidad las propuestas de los candidatos, el escrutinio sobre la capacidad de convicción y de liderazgo de los candidatos… y la posibilidad de  corregir los errores o las indefiniciones de cada cual”. Concluye con una tajante afirmación: “No hay democracia sin debates”. 

Conviene destacar la opinión de Manuel Martín Algarra en El Español “Por qué son necesarios los debates electorales”

 Considera las elecciones como un “gran proceso de selección de los representantes políticos y de los gobernantes en los diversos estamentos del Estado” semejante al que se someten mediante “entrevistas y pruebas” los que buscan un trabajo en una empresa cualquiera. “Como contratadores, los votantes tenemos el derecho y la obligación de conocer bien a los candidatos: sus proyectos, su estilo, su honradez, sus debilidades, sus fortalezas, sus aspiraciones…” para seleccionar a los mejores.

La campaña no sólo sirve para que hablen los candidatos sino para que elijan bien los votantes. Los debates son una exigencia para seleccionar a los mejores aspirantes a cargos de representación pública, y nunca una opción que puedan rechazar a conveniencia. La  no comparecencia indicaría falta de preparación.

El articulista se recrea en la trayectoria que llevan los candidatos de Estados Unidos que optan a la Presidencia, participando en innumerables debates, de distintos formatos, con transparencia total y grabación sobre lo dicho y actuado, siempre disponible para consulta de los votantes.

A pesar de que los debates sean una herramienta fundamental para optar por las personas mejor preparadas para dirigir al país, “Hay que ser conscientes de que ningún proceso de selección garantiza el éxito, tampoco las elecciones. ¿Es bueno que los aspirantes a la más alta magistratura de un país democrático hayan de pasar por semejante rosario de comparecencias públicas, confrontaciones con adversarios, preguntas incómodas de periodistas y del público? Pienso que la respuesta es obviamente afirmativa, aunque sabemos perfectamente que, a pesar de todo, no está garantizado el éxito”.

Y considera que “Los debates deben ser un instrumento más en ese proceso de selección de personal que ayudará a tomar decisiones con más fundamento, un recurso necesario para que podamos seleccionar mejor a quienes van a dirigir el país”.

Llegada la campaña electoral se produjo “el debate a cuatro que se merecen los españoles y en el que Rajoy salió de la cueva, dio la cara y debatió con todos”, que era lo exigido por el socialista Óscar López. Los resultados del encuentro no debieron ser tan favlorables para Pedro Sánchez y los socialistas, ya que todas las encuestas le situaron como el claro perdedor, y de momento no han pedido la prórroga ni la revancha. 

El País solicitaba en  “Un derecho de los electores” varios debates entre los líderes por aquello de que “nadie está libre de tener un mal día ente audiencias millonarias”. Posteriormente consideraba beneficioso “la celebración de tres o cuatro y siempre con la asistencia de Rajoy” y pernicioso que “el PP los  redujera a la mínima expresión”, lo cual sería  simplemente uno. 

Suponen en ese diario  que los cuatro candidatos dan de sí para cuatro debates sin repetir los mismos postulados y propuestas, sin percatarse  de que sólo uno les deja seco el pozo de las ideas y pueden exponerse a exhibir sus carencias en los innumerables campos de la acción política. Muerto aquel a quien “le cabía todo el Estado en la cabeza”  y con él el caudillismo, es difícil encontrar a alguien que lo sepa todo de todo, e incluso un poco de todo.  Podría ser lo ideal, pero no es lo real. El nivel actual es tan bajo que nos conformamos con no exigir a los candidatos más de lo que reflejan las fichas preparadas por sus asesores sobre los temas pactados y nunca libres o espontáneos.

Resulta una obviedad incidir en la necesidad de los debates y cuantos más mejor, pero no entre los mismos personajes. Es preferible que sean expertos en los diferentes campos de la Administración y del Gobierno de distintos partidos los que confronten proyectos, los únicos capaces de aportar ideas y generar debates de altura, en los que las falacias y los engaños puedan ser descubiertos en el momento,  y evitar así toda demagogia. Los dos debates habidos entre figuras sobresalientes de la Economía, con el Ministro del ramo en funciones incluido, pueden el ejemplo a seguir con Educación, Hacienda, Industria, Justicia, etc… Seguro que resulta más comprometido debatir en público ante expertos que “enseñar economía en dos tardes” a un ignorante en la materia.

El debate habido entre los cuatro candidatos  a la Presidencia del Gobierno de España se parecía más a un duelo de tres contra uno que una  exposición de cuatro proyectos. Sin embargo, resulta una consecuencia lógica del formato. Son tres los aspirantes a desbancar a quien hasta el momento ostenta el poder y atacarle por todos los flancos, y es complicado responder a tres con el tiempo de uno. Para no convertirse en una trampa preparada, o bien se concede un tiempo en función de su representatividad o por alusiones de cada cual, o el debate pierde el equilibrio necesario o la justa ponderación. 

¿Por qué no trasladar, con los matices debidos, el esquema del debate sobre el Estado de la Nación o el de Investidura al habido entre los cuatro candidatos más representativos? ¿Tuvo, acaso, el mismo tiempo   Pedro Sánchez en su fallido intento de acceder a la Presidencia que cada uno de los oponentes? Por supuesto que no.

Por otra parte, nos repiten hasta la saciedad que este tipo de debates nos orientan para que votemos  al mejor y, sin embargo, nadie puede hacerlo salvo los ciudadanos de Madrid, que es por donde se presentan los cuatro candidatos. Los demás tenemos a quien no conocemos ni hemos oído hablar,  exponer o debatir. Curiosamente nadie abogó por un cambio del sistema electoral que evite ese problema. Como tampoco nadie mencionó una segunda vuelta en la que decidan los ciudadanos entre dos  o tres partidos, y no sean sus “nomenklaturas” quienes lo hagan.

2 comentarios:

  1. He podido observar que el PP no ha mordido mucho a Podemos y viceversa y que C´s tampoco lo ha hecho con el PSOE y viceversa ni en la campaña que se acaba ni en los debates para mi que se han hecho más daño PP y C´s y el de otros y eso que dicen que están más próximos

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  2. ES verdad. hay partidos que no se hacen daño

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