1 de julio de 2013

Esperando un concurso de trinque

Merece la pena recordar este celebrado episodio  del “Lazarillo de Tormes” por la actualidad de su imagen antigua: dos pícaros  engañándose mutuamente en silencio compartido, y roto sólo cuando se acaba el sustento.
“…Acaeció que, llegando a un lugar que llaman Almoroz,  al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo de ellas en limosna. Y como suelen ir los cestos maltratados, y también porque la uva en aquel tiempo está muy madura,  desgranábasele el racimo en la mano; para echarlo en el fardel, tornábase mosto y lo que a él se llegaba. Acordó de hacer un banquete, así por no lo poder llevar como por contentarme. Que aquel día me había dado muchos rodillazos y golpes.
 Sentámonos en un valladar y dijo:
-Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas y que hayas de él tanta parte como yo. Partillo hemos de esta manera: tú picarás una vez y yo otra, con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva. Yo haré lo mismo hasta que lo acabemos, y de esta suerte no habrá engaño.
Hecho así el concierto, comenzamos. Más luego al segundo lance, el traidor mudó propósito, y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debía hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par con él; más aún pasaba yo adelante; dos a dos y tres a tres, y como podía las comía.
Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano, y meneando la cabeza, dijo:
-Lázaro, Lázaro, engañado me has. Juraré yo a Dios que has tú comido las uvas  tres a tres.
-No comí -dije yo-.Más,  ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el sagacísimo ciego:
-¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y tú callabas.
Reíme entre mí y-aunque muchacho- noté la mucha discreta consideración del ciego.”
 (Derecha, Edición de Juan de Junta, Burgos, 1554)
La actual crisis nos ha hecho  ver que el enriquecimiento ilícito de unos pocos  con la aquiescencia de otros muchos resulte más ignominioso  que en épocas pasadas de bonanza y  opulencia, en las que había para todos y las “mordidas”  de los deshonestos se notaban menos. Se acude con frecuencia al término “picaresca” y a sus protagonistas, “los pícaros” para explicar el estado de “corrupción” y la categoría de los “corruptos” que hoy pululan por el suelo patrio, sin percatarse de  que en  esa comparación salen perjudicados los primeros y favorecidos los segundos.

Aquellos pícaros de entonces (Lázaro, el Buscón Pablos,…) procedían de familias pobres, con madres de dudosa reputación y oficio antiguo y padres asiduos clientes  de la Justicia por amigos de lo ajeno. Desde muy niños aprendían en su propia casa (por llamarla de alguna forma) lo suficiente para sobrevivir malamente en aquel mundo de miseria y exclusión  en el que se hallaban. Esa es la gran diferencia con los corruptos de hoy: muchos, situados en puestos de responsabilidad, provienen de las estructuras de los partidos políticos y otros,  los menos, han dado el salto al estrellato corrupto desde el seno de familias privilegiadas. Decían los griegos, que "cuando los dioses querían destruir a una persona, primero la subían a lo más alto de la soberbia, la henchían  de poder y después  la cegaban". Eso ha debido pasar con estos desvergonzados: la codicia para poder  vivir con lujo y ostentación, cuando no con el vicio,  les nublado la vista. Los pícaros nos dan lástima y compasión, mientras que los corruptos sólo nos dan asco y nos alimentan la sed de justicia.

Alguna semejanza hay, sin embargo, entre la “picaresca” y la “corrupción”, espléndidamente reflejada  en la escena del “racimo de uvas” del Lazarillo de Tormes.  El espíritu ladino y trincón  de entonces y de ahora nace y se perpetúa en el silencio acordado para el aprovechamiento mutuo: callan y se tapan mientras se aprovechan,  y  siempre gana quien más y mejor engaña. De   de forma burda o sibilina,  da igual, porque hasta el ciego lo veía. ¿En cuántos casos de la vida pública y política de  España de la última época hemos recordado el episodio del “racimo de uvas”Rousseau dejó, una vez más,  muestras  de su ingenuidad cuando pensaba que “La igualdad en la riqueza debía consistir en que ningún ciudadano fuera tan opulento que pudiera comprar a otro, y ninguno tan pobre que se viera necesitado de venderse”, ya que el problema del corrupto de hoy  no es por necesidad perentoria sino por ansia de asemejarse en poderío al corruptor.

Hay, y hubo, programas concurso de TV, de baile y saltos de trampolín, por ejemplo, en  los que unos,  más profesionales, y otros, más  aficionados, famosos y famosillos todos,  compiten por la mejor nota, y algo más,  que les otorgue un jurado de expertos por la exhibición de sus habilidades. ¿No habrá pensado alguna televisión en un programa de “untadores y untados, corruptos y chorizos”, en el que los competidores, presuntos por supuesto, hagan alarde de sus destrezas mientras los espectadores miran quién y cómo lo hacen? Por supuesto que en distintas categorías y ámbitos: local, provincial, autonómico y nacional...Para la cabecera o nombre del programa, innumerables sugerencias habría: “Reyes del trinque”, “Mira cómo trincan”, “Trinconete y pringadillo”, “Tonto el que no trinca”, “Quedarse lo ajeno no es trincar”, y así muchos otros…

El único problema podría estar en la constitución de un jurado competente y experimentado cuyos miembros no estuvieren  actualmente en servicio activo. La presidencia podría ostentarla con todo merecimiento el “tío”  ciego de Lázaro, que se las sabía todas para sacar dinero y  guardase lo pillado, y era al final quien más veía. Lo malo es que personaje tan sagaz pertenecía al mundo de la ficción, de tanta ficción como el contenido del programa propuesto. ¿O no?

2 comentarios:

  1. Muy bueno,esto es lo que hay un concurso de trinque a ver quien es el mas trincón. Y el más de lo mas es el que más se ha llevado a la vista de los que le han permitido llevárselo crudo a Suiza. ¡Que falta de vergüenza tienen y encima nos dirigen!Que esperen sentados mi voto que va a tardar en llegar

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  2. La única solución es meter en el trullo a los corruptos y corruptores y que devuelvan lo que se han llevado,que eso es lo primero y que no vuelvan a aparecer por la escena política

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