23 de marzo de 2013

“Corruptio optimi, pessima”: ¿Y si nunca fueron los mejores?

Se atribuye a S. Jerónimo el proverbio latino “Corruptio optimi, pésima” (la corrupción de lo mejor es la peor) que podemos aplicar a distintas situaciones de la vida y hoy, especialmente,  a una parte, pequeña pero ruidosa,  de la casta política española.

Los últimos estudios del CIS reflejan la preocupación de los españoles por este lamentable espectáculo, y eso que fueron hechos antes de conocerse el asunto de “los papeles de L. Bárcenas”, ex-tesorero  del PP y poseedor de una singular fortuna en Suiza, con sus efectos colaterales de “sobrecogedores” y “donantes desinteresados”; el caso de “Amy Martin” de la Fundación socialista IDEAS, con sus 3.000 euretes por artículo; los espionajes políticos de Método 3 en Cataluña. Y aún no está descontado el más grande y doloroso de todos, los ERES andaluces,  en largo proceso judicial, con importantes novedades estos días,  y  con escasas consecuencias hasta el presente.

Esta es la opinión de los españoles:

En el estudio nº 2.972 del CIS, barómetro de diciembre de 2012, a la pregunta nº 7, el 17,2% de los encuestados consideraba que la corrupción y el fraude se encontraba entre los tres primeros problemas  de España. Pero la pregunta nº 9 era más reveladora: el 16,5% pensaba que el principal objetivo de la sociedad en los cinco próximos años debiera ser la lucha contra la corrupción política, y el 30,2% lo apuntaba como el segundo.

El pesimismo  se reflejaba en la pregunta nº 10: el 49,6% vaticinaba que la corrupción aumentaría en los cinco años venideros, y un 23,7% lo consideraba como una situación estable en esa cantidad

En el estudio nº 2.796, barómetro de enero de 2013, los porcentajes sobre la corrupción seguían aumentando ligeramente. Cuando se publique el siguiente estudio  es posible que este problema sea considerado como uno  de los más importantes, lo que conllevará una mayor desafección de la clase política española.

Si los responsables no ponen enmienda, la corrupción  se convertirá en un problema sin solución, con la única ventaja de que al carecer de ella dejará de ser problema y nos habituaremos a convivir con el no-problema.

Se han conocido a lo largo de la Historia casos de personas bondadosas convertidas en siniestros personajes; nobles ideales transformados en rastreros comportamientos, amor trocado en odio  y afables compañeros transfigurados en líderes tiránicos. Todo aquello que considerábamos perfecto llegó a ser reprochable,  sin causas aparentes. Es lo que conocemos como “Corruptio optimi, pésima”.

El Decreto del Horemheb del antiguo Egipto (1300 a. C.) imponía a los funcionarios corruptos una pena de cien bastonazos y la amputación de la nariz. Parece ser que en China  y en Roma, época de la República, también se cortaba la nariz a los funcionarios corruptos. ¿Se querría acaso evitar con dicha mutilación “el olor del dinero”  a pesar de que “pecunia non olet”? Quizás quisieran mostrar la convicción de que el amor por lo no ganado honradamente tuviera una marca indeleble, significado parecido al de otras culturas al cortar las manos largas a los ladrones. Pero ni siquiera esta medida  apagó la sed de la avaricia. Hoy como ayer, siempre quieren más los mismos insaciables del dinero fácil.

En “Antología de la filosofía griega”, de Pedro A Badillo Gerena, página 135, hay una nota del traductor muy relevante que incide en el mismo pensamiento: “Aquellos de los hombres que están mejor dotados y tienen una mayor grandeza de alma, llegan a ser los mejores y los más útiles si son educados y aprenden lo que se debe hacer, pero  cuando no han sido educados ni instruidos resultan los seres más perversos y dañinos…Jenofonte, Mem. IV,1, 4). Es el mismo proverbio “Corruptio optimi, pésima”…Pero, ¿cómo educar e instruir a ciertos políticos en la honradez? Puede ser una tarea tan difícil  como la de instaurar una escuela de castidad en una casa de lenocinio.

Siglos más tarde, volveremos a encontrar el mismo pensamiento adaptado a la vida monástica. Una cosa es buscar y seguir el camino de perfección y otra es ser perfecto. Decía S. Agustín: “Confieso con toda la sinceridad de mi alma que no he encontrado gente mejor que la que vive fervorosamente en los monasterios; pero tampoco he encontrado gente peor que la que ha prevaricado en la casa del Señor”. (In PS 75,16). Lo de siempre: Corruptio optimi, pésima”.

La mayoría de nuestros políticos persigue la honradez en su cometido, pero algunos no llegan  a conseguirla, adueñándose de unos dineros y prebendas injustamente adquiridos, mientras que otros pierden de lo suyo en su voluntad de servicio la comunidad. Si a los españoles nos sienta tan mal la corrupción política es porque creíamos y confiábamos en que nuestros elegidos representantes, -los mejores- velarían por los intereses de todos y no sólo por los suyos propios y de sus camarillas. “Corruptio optimi, pésima”.

¿Pero alguna vez pudieron ser los mejores los que hoy son considerados corruptos? ¿No deberían tener alguna responsabilidad política también los que los eligieron y promocionaron? Parece ser que ninguna, porque nadie ha dimitido por ese buen ojo y esa perspicacia en la selección.

1 comentario:

  1. La que esta cayendo con los papeles de Bárcenas y los Eres andaluces es tremendo, y como la lluvia no tiene pinta de parar ni por Semana Santa. Qué pais tenemos, toel que puede se aprovecha aunque jorobe al vecino

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