4 de noviembre de 2017

Puigdemont, entre lo grotesco y lo patético

Resulta una obvio decir o escribir que el idioma español es rico en adjetivos. Sin embargo, es difícil encontrar  el calificativo más ajustado al político Puigdemont, porque todos se quedan cortos. Ignoro el futuro de este este personaje mediocre y es complicado adivinar si seguirá en el viaje sin retorno iniciado  o se pasará años algunos de obligada meditación a cuenta del erario. Su antecesor Tarradellas dijo que: "En política se puede hacer de todo menos el ridículo", y Puigdemnont, a falta de otros títulos mejores, se ha doctorado en lo segundo. Este independentista catalán siempre nos recordará que la estupidez humana no tiene límites, y la Historia lo contará. Como dice nuestro colaborador  José-Tomás Cruz Varela...¡¡Tiempo al tiempo!!
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Pretender comparar la actuación de un payaso con el comportamiento de Puigdemont, constituye todo un insulto para los profesionales del circo. Su excursión a Bruselas acompañado de seis de sus consejeros ha resultado patética.
Si algo debe tratar de evitar un político es el caer en el más denigrante de los ridículos, como ha sucedido con la declaración de independencia y posterior escapada, a sabiendas de que el jueves día 2 de noviembre, debía comparecer en la Audiencia Nacional bajo la acusación de rebelión y sedición.
La majadería de convocar una rueda de prensa en la citada ciudad, alegando ser el presidente legítimo de Cataluña, no pasa de ser una vulgar imbecilidad, que al margen de colocarlo fuera de la ley, constituye un desprestigio para España, supeditando su retorno a que se le garantice un “juicio justo”. Mayor descaro imposible.
Tan grotesco personaje, vive soñando noche tras noche, con que la Unión Europea tome conciencia de la supuesta crisis catalana, pretendiendo convertir la comunidad en república independiente, contando con el fantasmagórico apoyo de su “ministro de Asuntos Exteriores”, Romeva, e ignorando que la prensa de Bruselas no es precisamente el medio más idóneo para promocionar el nacionalismo.
Este expresidente catalán, en lugar de montar sus esperpénticas huidas, más le valdría revisar su deleznable gestión económica y no haber convertido su comunidad en un auténtico caos. A modo de ejemplo cabría preguntarse con qué fondos se están financiando las arbitrariedades generadas por el desdichado “proces”. Según las informaciones publicadas, el PIB nacional se resentirá en torno a los 14.000 millones de euros, cifra que supondrá la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo.
Quizá, las aspiraciones de Puigdemont pasen por intentar ser considerado como un presidente exiliado pero nunca cesado, figura que con sus características no existe en Europa.
Sin más dilación, el Gobierno de España debería zanjar todos los despropósitos que este aberrante político ha venido cometiendo y tolerando a sus líderes soberanistas sin el más mínimo control, cuya factura estamos pagando empresas y trabajadores. En efecto nuestra justicia es lenta pero más temprano que tarde se impondrá la razón y todos ellos terminarán pagando sus delitos….¡¡Tiempo al tiempo!!

José-Tomás Cruz Varela

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