12 de noviembre de 2017

Del “Si vis pacem, para bellum” de ayer al “Si vis bellum, para pacem” de nuestros días (I de II)

Es innegable que las autoridades separatistas  de Cataluña llevaban años adoptando una planificada actitud de enfrentamiento con el Estado español.  Deseaban forzar una situación límite que terminara con la claudicación de la nación española ante una ensoñación soberanista y la proclamación de la tan ansiada como inviable “república catalana como estado independiente, soberano, democrático y social”.

A lo largo de la Historia han sido demasiadas las guerras que los pueblos han mantenido por asuntos menores que el actual conflicto creado por los independentistas e innumerables los muertos ocasionados. Sin ir más lejos, la proclamación del Estado Catalán por Lluis Companys  se llevó 74  vidas y centenares de heridos.


"Es algo formidable. Mientras escucho me parece que estuviera soñando. Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra. ¡Y una declaración de guerra —que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente— en el preciso instante en que Cataluña, tras siglos de sumisión, había logrado sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias, la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se habría atrevido a hacer lo mismo con ella”.(Juliana, 2014, «La España de los pingüinos», p. 149. «Aquella noche Gaziel lloró de rabia y vio confirmada su intuición de que la República iba a acabar mal».)

La situación a la que ha llevado hoy Puigdemont y su Gobierno  a Cataluña y a España  en su conjunto no desmerece en gravedad ni un ápice de lo entonces sucedido, aunque parece que con la aplicación del artículo 155 de la CE sea suficiente para el retorno a la legalidad, y esperar hasta el próximo encontronazo. Para una mejor comprensión de lo ocurrido es conveniente en estos momentos de zozobra repasar la Historia y estudiar las soluciones que se dieron a conflictos tanto armados como diplomáticos, y que cada cual saque sus consecuencias y enseñanzas, y que nunca se llegue a las armas.

Hacia el año 390, el escritor romano Plubius Flavius Vegetius nos dejó escrito el siguiente pasaje “Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum; qui victoriam cupit, milites imbuat diligenter; qui secundos optat eventus, dimicet arte, non casu. Nemo provocare, nemo audet offendere, quem intellegit superiorem esse pugnaturum”, (Epitoma rei militaris, 3. Praef., también conocido como De re militari, Compendio de técnica militar) (“Por lo tanto, quien desee la paz, que se prepare para la guerra. Quien esté dispuesto a conseguir la victoria, que entrene a sus soldados cuidadosamente;  quien aspire a un resultado exitoso en la guerra que luche con talento sin dejarlo al azar. Nadie se atreve a provocar a quien reconoce ser superior en el combate”.)

De la sentencia anterior parece que derivó  la máxima latina “Si vis pacem, para bellum” (“Si quieres la paz, prepara la guerra”), atribuida erróneamente a Julio César. Aunque parecidas hay alguna diferencia: en la segunda se establece un mandato para conseguir un deseo, mientras que en la primera se fijan situaciones posibles de la vida con los remedios precisos para resolver el conflicto.

No es de extrañar que Napoleón conociera la expresión anterior y  para aplicarla a su política exterior cambió el orden de los términos : “Si vis bellum, para pacem.” ("Si quieres la guerra, prepara la paz"). En ese pensamiento parece radicar la estrategia de un  líder que planea una guerra y cultivando la paz, deja a las otras naciones desprevenidas y desguarnecidas. 

Visto el proceso llevado por los independentistas catalanes,  parece como si hubieran estudiado a Plubius Flavius Vegetius  y siendo conscientes de que “Nemo provocare, nemo audet offendere, quem intellegit superiorem esse pugnaturum" ("Nadie se atreve a provocar a quien reconoce ser superior en el combate”) se olvidaron de las tácticas de guerras pasadas y acudieron a modelos más sofisticados: victimismo económico, adoctrinamiento escolar y en los medios de comunicación y clientelismo político. Aprovecharon la crisis económica de este siglo XXI para pedir mayores privilegios fiscales presionando en el debate político y aún más en la calle,  sabiendo   que no lograrían un régimen especial semejante al  "cupo vasco". El objetivo marcado desde hace tiempo era crear malestar y desafección  con el lema "España nos roba". Pensaron además que contaban con el reconocimiento internacional a la futura república  catalana  y que un Gobierno de España débil,  con minoría en el Congreso y en apuros económicos,  cedería a sus pretensiones independentistas. Incluso llegaron a creerse y a pregonar que se marcharían de España quedándose en Europa porque necesita más a Cataluña que Cataluña a Europa, ya que son  imprescindibles  en el mundo.

 Ignoro si los estrategas catalanistas conocían la máxima de Napoléon, pero en la práctica la bordaron: “Si vis bellum, para pacem.” ("Si quieres la guerra, prepara la paz"). Durante años prepararon el momento de su escisión unilateral de España mediante un ficticio proyecto de “construcción nacional”,  aprovechando la miopía política y la escasa visión del sentido de Estado tanto del PSOE como del PP. Su apoyo a estos partidos no fue gratis. Cada legislatura sin mayoría absoluta se la cobraban los nacionalistas en nuevos pasos de secesión, "más autogobierno" decían. A los independentistas nunca les importó España: sólo pensaban en su fantasmagórica república, siempre con pasos adelante y ninguno hacia atrás, siempre insaciables.

El camino lo abrió el Muy Honorable (hasta que dejó de serlo) Pujol y siguientes lo siguieron en la planificación de la guerra del separatismo aparentando cultivar la paz, dejando al Estado  desprevenido y desguarnecido. No faltaron en uno y otro espacio  quienes tacharon de falta de patriotismo a los que avisaban del peligro secesionista. Los partidos políticos fueron agentes necesarios del desastre, y mientras se creían salvadores del momento,  hipotecaban su futuro y el los españoles.

 Al final y por suerte para España,  los planes independentistas no se cumplieron , de momento,  y todos sus proyectos han quedado al descubierto. El fracaso y el ridículo ha traspasado fronteras. Eurípides lo dijo hace siglos: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco».  Y como locos han quedado tras un baño de realidad.

A la versión de “Si vis bellum, para pacem” se han ido añadiendo otras posteriormente que veremos en la próxima entrada, así como sus enseñanzas.


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