11 de abril de 2013

Rebelión en “Mouseland” (“Tierra de ratones”)


Un lector del blog me ha enviado un correo, vídeo,  con un mensaje que estoy seguro  no dejará indiferente a quien lo vea. Imágenes a un lado,  me he centrado en  el texto que he transcrito (y adaptado  en algunos términos castellanos)  para su mejor lectura. Al final aparecerán unos comentarios sugeridos, pero que fácilmente podrían ser otros muy diferentes, ya que  es una información abierta al debate.  Y así reza:

“Esta es la historia de una tierra  llamada Mouseland, un lugar donde los ratones nacían y morían, y vivían y jugaban como tú y yo lo hacemos. Mouseland tenía incluso un Parlamento, y cada cuatro años votaban en elecciones. Se dirigían a las urnas y depositaban su voto, aunque algunos sufrieran un rechazo manifiesto a ciertas candidaturas, como, tal vez,  tú y yo sintamos,  y se ponían  una pinza en la nariz para no percibir el tufo maloliente.

Cada día de elecciones, todos los ratoncitos acostumbraban a ir a las urnas y elegían un gobierno. ¡Un gobierno formado por enormes gordos gatos negros! Si piensas que es extraño que los ratones elijan un gobierno de gatos, sólo tienes que mirar la historia de …  ( cada cual puede añadir el país que crea oportuno), y verás que los ratones no son más estúpidos que nosotros somos.

No estoy diciendo nada en contra de los gatos, ya que ellos eran buenos amigos y compañeros entre sí, dirigían la acción de  gobierno con dignidad y aprobaban buenas leyes, es decir, muy buenas leyes para los gatos,  que, sin embargo, resultaban ser malas para los ratones.

Una de esas leyes decía que la entrada a las ratoneras tenía que ser redonda y tan grande que por ella cupiera una pata de gato. Otra ley decía que sólo podían moverse los ratones a cierta velocidad, para que el gato consiguiera su desayuno sin mucho esfuerzo físico…Todas estas leyes eran buenas para los gatos, pero tan malas para los ratones que viendo su vida en constante peligro, decidieron hacer algo al respecto.

Llegadas las nuevas elecciones, los ratones acudieron en masa a las urnas y votaron  contra los gatos negros, eligiendo a los gatos blancos que habían hecho una campaña electoral muy original. “Lo que necesita Mouseland, defendían, es mayor visión de futuro. El problema  que tiene Mouseland son las entradas redondas, y si ustedes nos eligen, las convertiremos en cuadradas”. Una vez elegidos los gatos blancos, transformaron las entradas redondas  en cuadradas,  pero el doble de grandes, con lo que el gato podía meter dos patas en vez de una.

La vida se volvió más dura que nunca para los ratones y cuando no pudieron soportarlo más, votaron contra los gatos blancos, y volvieron los negros, y luego los blancos,  y después los…y vuelta a empezar. Incluso trataron con gatos mitad blancos y mitad negros, y lo llamaron coalición. También lo intentaron  con gatos con manchas que intentaban parecerse a los ratones, pero que comían como los gatos.

El problema no estaba en el color de los gatos, sino en que era gatos, y como gatos, velaban por los intereses de los gatos y no por los de los ratones. Estaban en esta situación, cuando un ratón recién llegado les dijo tener una idea  muy sencilla con la solución al problema. Ante la petición de los asistentes,  la expuso. “¿Por qué seguimos eligiendo un gobierno de gatos y no otro formado por ratones?”. Oída la propuesta, comunista llamaron al ideólogo. “¿Acaso quieres ser tú nuestro gobernante? ¿No sabes que no hay peor cuña que la de la propia madera?” y lo metieron, no sabemos si en la cárcel o en el manicomio.

“Una idea jamás puede ser encerrada” (Thomas C. Douglas., 1904-1986)

Con la expresión "gato blanco, gato negro, qué más da; lo importante es que cace ratones", que dijo Felipe González citando a Deng Xiaoping quiso la izquierda dar una lección de pragmatismo, despojándose de utopías  de su modelo tradicional sobre la  producción industrial y comercial, dando por bueno cualquier medio que consiga los fines perseguidos. Y aunque la parábola de Mouseland se refiere al sistema político del dominio de las  castas de las “nomenclaturas” de los partidos –los gatos- sobre los sufridos ciudadanos de a pie - los ratones-, el éxito final es de quien se come a los   indefensos ratones. ¿No sería más apropiado el nombre de Catland para nuestra historieta? Al fin y al cabo, el triunfo y el éxito es siempre de los poderosos...gatos.

¿Pueden hacer algo los ratoncillos frente a los gatazos que viven a su costa y de ellos se aprovechan? El problema de los ratones radica en que sus intereses no son siempre coincidentes, salvo en casos de supervivencia, por lo que su unión es muy difícil. Además, los ratones no pueden convertirse en gatos. La experiencia ha demostrado también a lo largo de la historia que “ratones” convertidos en líderes de los demás ratones pueden llegar a  ser tan peligrosos como los gatos, como pudimos ver el caso de “Napoleón”, el líder de la “Granja Animal” y al ejemplar que representaba, en los capítulos de "Rebelión en la Granja".

La misma historia la tenemos en la mayoría de los partidos políticos cuando algunos ratonzuelos  saltan por medios poco ortodoxos al estrellato y en él permanecen mientras vivan y necesiten del puesto para vivir. ¿Cómo podrán librase los afiliados de base, ingenuos ratoncillos, de los gordos ratones y las enormes ratas, jefes y jefecillos (-as),  que se han apoderado del queso entero sin ánimo de soltar porción alguna? Me dirán que más tontos son los que los apoyan y aplauden, los  que los votan y  mantienen en la cima de los cargos,  sin plantearse, siquiera, que son ciudadanos libres  y no siervos. Quizás tengan razón…



2 comentarios:

  1. Los ratones lo tenemos muy sencillo y es no apollar a los gatos

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  2. Me ha encantado, describe a la perfección la situación que vivimos, los gatos cada vez van a ser más gordos, y los ratones están ya casi famélicos.
    En fin, todo va a seguir igual por que el problema es que los gatos lo único que engordan son las tripas y las cuentas corrientes, pero el cerebro y el sentido común, se reduce en la misma proporción que les engordan las tripas.

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