9 de abril de 2017

Zamora: Pasión vivida con pasión (Semana Santa de Zamora)

Sabemos que el sentido religioso y el aspecto cultural y artístico distinguen el modo de celebrar la Semana Santa en distintas poblaciones. Y sabemos también que una conmemoración de ese tipo ha de ser conocida antes de ser  amada y vivida.
Por supuesto que la Semana Santa zamorana es lo suficientemente reconocida y valorada  en España y fuera de ella desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, cualquier información,  por insignificante que sea,   que la añada una visión personal e intimista colaborará en su difusión  y apreciación. Esto es sencillamente lo que ha pretendido hacer Luis Felipe Delgado de Castro con  un emotivo texto propio de quien la conoce y ama, en colaboración con el fondo documental fotográfico que Manuel Balles aloja en su blog eszamora.com.
Desde estas riberas del Duero en Aranda  quiero agradecer la contribución de unos amigos que viven en otra ciudad bañada por el mismo río, Zamora, aguas abajo…

NOTA: Para agrandar cada foto es preciso "hacer un clic" en el interior de cada una de ellas, y poder apreciar así mejor su belleza.

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 Zamora: Pasión vivida con pasión.




Son muchas y notables las cualidades que distinguen a la Semana Santa de Zamora y la han convertido en una de las más populares y admiradas de todo el país. Vamos a acercarnos a ella a través del amor, la emoción, la belleza y la piedad, en las que esta vieja y entrañable ciudad es maestra.

  En primer lugar sobresale el amor, la pasión que ponen los zamoranos, todos sin excepción, en esta santa tradición, una hermosa herencia recibida de sus mayores. Los que viven en la ciudad todo el año y están en la primera línea de la puesta en escena del Drama y los que, por razones de trabajo, tuvieron que marchar un día ya lejano pero regresan a la llamada de la sangre.


 Señal de ese amor es el sentimiento de pena que embarga a un zamorano cuando en esos días se encuentra lejos de su querida tierra y no puede acudir a la llamada del Barandales, el perpetuo pregonero de esta Pasión desde sus dos campanas que le movieron el corazón desde la infancia. Es tan fuerte la añoranza que su imaginación, impulsada por el amor, recrea en su corazón una colección de estampas que le reconfortan en esa ausencia tan dolorosa.


No hay nada más doloroso para un zamorano, imbuido desde la infancia en los misterios sagrados y populares de esos días, que encontrarse lejos de su tierra en algunos de los muchos momentos memorables que se viven cada año en su querida Zamora.




 Entonces la imaginación le lleva a revivir todos los momentos realmente inolvidables de esos días santos, perdidos ya en la bruma de la lejana infancia, pasos, túnicas, cruces, hachones, cantos, músicas. Como si en verdad hubiera vuelto.


Solo un ejemplo. El amor, a través de la imaginación, le guía hasta las Tres Cruces mientras se despierta la primera luz del Viernes Santo. Allí, con el recuerdo, suena el merlú en el alma llamándole a la procesión y distingue, aún entre lágrimas, a la Virgen de la Soledad camino del pequeño calvario de las cruces de piedra.



 Allí está, aunque no esté físicamente. Es uno mas de los cientos de hermanos que, por amor, levantan sus cruces para saludar a la Madre que pasa. La ve sin ver esa estampa. La siente. Está allí mismo por esos hilos invisibles del amor que nunca podrán romperse.
Otra cualidad es la emoción. Un ejemplo: el sentimiento de un hermano de paso, uno de los más de casi mil zamoranos que prestan sus pies y hombros a las imágenes más queridas en esos días cuando, al acabar su procesión, coge un puñado de claveles, manchados por la sangre del Nazareno o bendecidos por las lágrimas de la Madre, para llevarlos, con el corazón encogido por la pena pero con el orgullo del deber cumplido, hasta la sepultura del padre, aquel buen hombre que le llevó un día de la niñez a las plantas de esa imagen y le cosió en el alma el compromiso de amarla y acompañarla cuando él ya no estuviese en su nombre y en el de todos sus antepasados. Es la correa de transmisión de de este amor que no se rompe ni con la muerte.

 De esta manera este piadoso culto a cielo abierto, ligado a estampas tan sencillas pero conmovedoras como ésta, se mantendrá vivo por los años de los años. La emoción sostiene las tradiciones, se refugia en la mano del niño fundida con la del padre en la procesión de la Borriquita, creando un imán de sangres unidas, un traspaso de voluntades y sentimientos, de una generación a otra.
 
 O en la “velica” con que una niña de tres o cuatro años no más, y son muchas, va detrás de su Madre de la Soledad en el atardecer del Sábado Santo, con una cara de felicidad y una firmeza que nadie puede explicar y que se refleja mas allá de tan corta edad.

La emoción anida en las manos de la mujer que viste la imagen del Nazareno, limpia y dispone hachones y varas, saca a orear los hábitos del hijo ausente que prepara su vuelta. La emoción busca sitio en las aceras para ver la procesión y allí madura en las miradas y en los gestos de la multitud, asombrada ante el cuadro vivo que se le ofrece.
Otra cualidad que destaca a Zamora es la belleza. La belleza crea muchos momentos íntimos y tremendamente plásticos. La belleza se hace voz de Miserere popular en honor de un pequeño crucificado, ungido con las sencillas estrofas de un poeta anónimo perdido entre los siglos, en la humilde tierra de Aliste.

 La belleza asciende en las andas del Cristo Yacente, cuando amortajan con otro impresionante miserere a ese cuerpo tallado en la carne misma de la madera como un hombre de verdad, mientras la luna llena de Nisán derrama su luz fría sobre la escena. La piedad popular unge las heridas de Jesús, allí mismo, en ese monumento funerario de la Plaza de Viriato.


La belleza fluye con la música en un momento intensamente zamorano, en la madrugada del Viernes Santo,  el que sitúa a Jesús camino del Calvario en una iglesia, mientras suena la marcha fúnebre de Thalberg y es el mismo Cristo el que camina hacia el Calvario por encima de las miles de cabezas que le miran en el templo o  arracimadas en la Plaza.
  La música de Thalberg es santo y seña de esa Pasión, un himno de Zamora, grabado a fuego de emoción en el corazón de los zamoranos, más allá de la temporalidad de su inolvidable sonido en esa madrugada.


 Y por último, otra cualidad, la principal, la piedad. Nada sería igual en Zamora, si al amor, la emoción y la belleza, no se uniera el fervor, la religiosidad, la piedad, aún no contaminada, de esa Pasión que mantiene originales sus raíces.


 La piedad anima el esfuerzo anónimo de los hermanos de paso, sacrificio intenso, prolongado en el tiempo, embellecido por la música y alentado por el corazón. La piedad deja en las callejuelas, en las cuestas y plazas, la huella, repetida mil veces, de los pies descalzos que muestran un sacrificio, revelan una promesa, suplican un perdón.

 La piedad coloca cruces sobre los hombros de los penitentes, empuña hachones, viste  caperuces, dispone campanas y velas, adorna de flores, las justas, solamente las justas, los tronos y las andas. Pero, sobre todo, levanta durante esos días oraciones populares en cada procesión, en el templo a ras de cielo de sus plazas y calles.

 

Recuerda las estaciones de Jesús en su camino hacia el Calvario; llora y reza por sus muertos en las tapias del cementerio; medita a viva voz, en medio del dolor, las siete Palabras de Jesús en el Gólgota; ofrece su silencio como un gesto de caridad ante el Ajusticiado mientras el día se desangra junto a la Catedral.



Asiste con fervor a contemplar las estampas que narra en la madera el evangelio de sus imagineros desde el Cenáculo hasta el sepulcro por sus rúas más antiguas. Y reza con amor, en una plaza llena, la salve más sencilla y más hermosa a las más sencilla y más hermosa de todas las Madres de esos días: la Soledad. La definición más exacta de la soledad de una madre cualquiera cuando acaba de enterrar al hijo.
 

Amor, emoción, belleza y piedad. Cualidades de esta Semana Santa que os invito a disfrutar con toda intensidad en esos días en Zamora. Aquí os espera, no lo dudéis, una Pasión vivida con tal pasión, que ya nunca podréis olvidar.



3 comentarios:

  1. Buenos comentarios y buenas fotos para dar a conocer una semana santa conocida pero no lo suficiente. Felicitar a los que han tenido esas ideas y santa envidia de no hacer eso mismo con la de mi pueblo

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  2. La Semana Santa de Zamora en los medios de comunicación, con una mención especial a Manuel Balles por sus fotografías, algunas de las cuales están recogidas en el artículo de hoy. Desde aquí quiero felicitarle por su proyección relevante y desearle que continúe en esa misma trayectoria.
    La Semana Santa de Zamora con fotografías de Manuel Balles

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