4 de noviembre de 2013

Ordenanzas Municipales para la Convivencia Ciudadana. II


Hacia 1567 surgió en Madrid la primera reglamentación sobre recogida de basuras y barrido de calles por barrenderos, instalando vertederos fuera del área urbana. Y aunque las normas no se cumplían, se estableció y se insistió en que  los desperdicios deberían permanecer en las casas hasta que fuesen recogidos en los  los carros “chirriones”.


Por el centro de las calles de Madrid se abría un canal que recolectaba las aguas pluviales y las  sucias,  vertidas desde las puertas y ventanas al grito de ¡agua va! Y así se llegó hasta el reinado de Felipe V, que con la instalación de la Corte en Madrid, la población aumentó considerablemente y  con ello,  el problema del saneamiento urbano. Su ministro Teodoro Ardemans proyectó hacia 1717 un plan integral de higiene urbana, con una canalización subterránea de las aguas sucias. Aunque el proyecto no llegó a materializarse por falta de dinero,   alguna norma de sus Ordenanzas sí han llegado hasta nosotros: “No debe consentirse que ningún vecino tenga vaciadero a la calle pública por canalón de madera, por la contingencia que tienen de hacer mala obra a los pasajeros”…"Antes de que se vacíe se vea si pasa gente,  por cuya razón se evitarán muchas desazones…”

(Izda. Retrato de Carlos III, ¿El mejor alcalde de Madrid?)

Cuando en 1760 llegó Carlos III a Madrid se quedó estupefacto al contemplar lo que había en las calles. Su biógrafo,  Fernán Núñez,  calificaba a la ciudad de “pocilga” maloliente, llena de lodo, basura y excrementos, a la vez que describía con gran plasticidad el método de limpieza de las vías públicas, conocido como “la marea”. Alarmado por la situación, mandó el rey traer  al arquitecto Sabatini.  Mediante una urgente Real Ordenanza se comenzó  a sanear la  capital para acabar con la suciedad, la “señora mierda” que así la llamaban. Se generalizaron los “pozos Sabatini”, que separaban las aguas residuales de las basuras.

Lo sorprendente del caso es que el pueblo recibió mal esas medidas saludables y fue a quejarse al rey Carlos III, quien comentó: "Mis vasallos son como los niños: lloran cuando se les lava”. Existe otra versión más sonora: “Los madrileños son como los niños. Lloran porque les quitan la mierda”.

Esquilache procuró que se cumplieran las Ordenanzas y Sabatini se dedicó a otros proyectos de embellecimiento. Incluso diseñó unos curiosos carros de las basuras, que el pueblo bautizó como “las chocolateras” de Sabatini.

Cien años después, hacia 1860, el Duque de Sesto (José Isidro Osorio y Silva-Bazán), a la sazón alcalde de Madrid, “harto de que los madrileños hicieran sus necesidades en el primer portal o esquina que les viniese a mano”, decidió inaugurar en la Puerta del Sol los primeros urinarios públicos. Posteriormente se construyeron más  en Arenal, Mayor, Carretas y otros por distintos sitios. Los madrileños se fueron acostumbrando a utilizar los nuevos servicios y olvidarse de las viejas costumbres. El Duque de Sesto puso remedio al mal  a la vez que sanciones a los descuidados infractores. Publicó un bando que anunciaba "multa de dos reales" a quienes fueran pillados in fraganti haciendo sus necesidades urológicas  por la calle. Todos sabían, y el alcalde el primero, que la cantidad era excesiva para aquellos tiempos, pero lo consideraba el mejor y más rápido remedio para corregir los incívicos comportamientos. 

El pueblo respondió con un famoso chascarrillo que pronto circuló de boca en boca, con perdón:

“Dos reales por mear,
¡Oh, Señor, qué caro es esto!
¿Cuánto querrá por cagar
el señor Duque de Sesto?”

En el tema de los castigos por orinar y defecar en la vía pública, fueron los romanos (el emperador Vespasiano) quienes se adelantaron muchos siglos. Primero construyeron una especie de casetas-servicios, para después cobrar a los usuarios y multar a  quienes no los utilizaban para evitarse el pago,  por lo que el negocio resultaba redondo. (Véase el artículo de este blog “Pecunia non olet”)

Ha pasado ya siglo y medio desde que el señor Duque de Sesto pretendiera que los madrileños utilizaran los servicios públicos en vez de las calles para aliviarse, y vemos que las autoridades de hoy siguen insistiendo en el mismo anhelo, como si los años hubieran pasado en balde y no se hubiera conseguido lo deseado.

En la entrada anterior analizamos ya la noticia del diario británico “The Independent” sobre las normas propuestas por el Ayuntamiento de Madrid para mejorar la convivencia ciudadana. La verdad es que su reportaje  no era muy objetivo, al citar superficialmente algunas y fuera de contexto, y olvidándose de la mayoría y de más profundo contenido.


De las cincuenta y cuatro medidas expuestas en el Proyecto de Ordenanza de Convivencia Ciudadana, veremos sólo aquellas dirigidas a mantener la limpieza e higiene de los espacios públicos:

7.- Escupir en el espacio público.
17.- Bañar a los animales en fuentes, estanques y similares y permitir que beban directamente en las fuentes de agua potable.
18.- La limpieza, aseo o dar de comer a los animales en el espacio público.
19.- Ensuciar el espacio público o causar molestias a los vecinos por el riego de plantas.
20.- Lavar o limpiar cualquier vehículo o mobiliario, así como cualquier reparación o cambio de aceite u otros líquidos.
39.- Hacer necesidades fisiológicas en el espacio público.
41.- No proceder a la recogida y limpieza inmediata de las deyecciones de perros u otros animales y a su depósito en los lugares destinados al efecto.

¿Pueden considerarse represivas y retrógradas estas medidas pensadas para conservar la salubridad y estética de las calles madrileñas? ¿Qué hubieran dicho desde el periódico “The Independent” si la normas citadas no figuraran como prohibidas y sí como permitidas? Nos hubieran retrotraído varios siglos y nos hubieran considerado como seres alejados de la buena educación y el exquisito gusto ciudadano. Pero  no han tenido la ocasión.

3 comentarios:

  1. Meritorio y documentado artículo. Muchos problemas del pasado son tambien de hoy, pero ahora podemos resolverlos y nos parece mal que se haga. Para mi el problema de la limpieza de las calles son las cacas de perros y la meadas de bebedores que lo hacen por calles y plazas y no en su casa o donde consumen

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  2. Muy oportuno el tema de hoy. Se habla de limpiezas en Madrid mientras hay una huelga de basuras

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  3. En Aranda no hay huelga de limpieza, simplemente...

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