13 de febrero de 2017

¿Se está “primarizando” la Educación Secundaria?

El profesor  José Aguilar Jurado es más conocido por su seudónimo, Fray Josepho de la Tarima, que por su nombre de pila,  y  más que por sus artículos en prosa, por sus poemas satíricos. Muchos de ellos, como el  “Romance de la evaluación”,  escrito en un meritorio castellano medieval,  han circulado por los Colegios e Institutos de España. Su artículo “La primarización de la Secundaria” es un episodio  más en su personal campaña contra la “comprensividad” en la Enseñanza Secundaria española.

José Aguilar está convencido por su experiencia de profesor de que “la ley del mínimo esfuerzo preside las aulas de ESO en toda España y es la causa principal de “primarización” de la Educación Secundaria” por más que algún pedagogo  progre desertor de la tiza y  ajeno a la docencia directa pretenda rebatirlo  con las “circunstancias socioeconómicas,  fruto de la desigualdad lacerante que atenaza a los hijos e hijas de los trabajadores y trabajadoras de este país dominado por las clases poderosas y el gran capital”. 

Cree que en un principio se consideró positiva la obligatoriedad de la enseñanza hasta los dieciséis años traída por la LOGSE (en la práctica ya estaba instaurada con la escolarización en Bachillerato y FP de la inmensa mayoría de chicos de esa edad), pero no el modelo adaptado, una copia de las “Comprehensive Schools” británicas en las que se agrupa a los alumnos por su edad y no por sus conocimientos,  aptitudes y actitudes.  Pone como ejemplo de eficacia la enseñanza de idiomas en las academias privadas basada en grupos homogéneos por razón de conocimiento y no por la edad, y como contraejemplo a los centros escolares españoles, en los que tras doce años de aprendizaje de un idioma  se obtiene un bajo nivel de competencia. No le parece buena idea  formar en una misma clase a los alumnos que quieren con los que  no quieren estudiar, a los que quieren y no pueden y a los que no saben lo que quieren. En consecuencia, los profesores enseñan lo que pueden y los alumnos no aprenden lo que deben.

Con la implantación de la “comprensividad” se introdujo “la atención a la diversidad y las adaptaciones curriculares” para paliar las carencias de la primera, en un ambiente más propicio al “buenismo” que a la eficiencia. Y eso conllevaba una bajada de niveles  que incrementaría en la misma proporción un notable incremento de aprobados.

Afirma con rotundidad, y sabe de lo que habla, que “tras 26 años de implantación de la Logse (insisto: las leyes posteriores son solo secuelas que muy poco modifican el planteamiento inicial) hemos conseguido que un graduado en ESO sepa menos de lo que sabía un graduado en EGB. Pero, eso sí, con dos años más de escolarización. Así que, prolongando la etapa de Primaria, hemos primarizado la Secundaria. El resultado queda patente en muchos aspectos: infantilización, irresponsabilidad, bajada de contenidos, indisciplina, sobreprotección…"

Pero dado que la etapa de ESO es constitucionalmente obligatoria, las posibles objeciones a su estructura siempre tendrán respuestas coherentes  con uno de los  principales objetivos marcados: evitar el temido fracaso escolar. El supuesto problema de la “comprensividad” debería  terminar con la finalización de la etapa obligatoria, pero continúa en Bachillerato, ya que la mayoría de los alumnos obtiene el título en ESO, incluso con dos materias suspensas, y accede a esa enseñanza postobligatoria. Y siguiendo los esquemas anteriores, la “primarización se  ha adentrado en el nanobachillerato español”, y en algunos casos se ha oficializado como queda patente en la cita que Aguilar trae sobre “el proyecto de decreto de la Junta de Andalucía que, desarrollando la Lomce, organiza el currículo de Bachillerato en su capítulo VI en el que se ordenan las llamadas medidas de atención a la diversidad:

    “Por Orden de la Consejería competente en materia de educación se establecerá para la etapa de Bachillerato el conjunto de actuaciones educativas de atención a la diversidad dirigidas a dar respuesta a las diferentes capacidades, ritmos y estilos de aprendizaje, motivaciones, intereses, situaciones socioeconómicas y culturales, lingüísticas y de salud del alumnado, con la finalidad de facilitar la adquisición de las competencias clave y el logro de los objetivos de la etapa y no podrán, en ningún caso, suponer una discriminación que le impida alcanzar la titulación correspondiente”.

El autor muestra su comprensible desasosiego ante tales medidas (“tendremos a los profesores atendiendo a la diversidad y dejando de lado el engorroso temario y los pesadísimos contenidos de la asignatura, que total, qué más da”)  y se pregunta si este sistema llegará a establecerse también en la universidad,  y los ingenieros y médicos obtendrán su título con las correspondientes adaptaciones a los distintos ritmos de aprendizaje, capacidades, circunstancias socioeconómicas y culturales,  e intereses individuales no coincidentes con el programa de cada asignatura.  Y todo ello para que no se sienta discriminado y se le impida alcanzar la titulación deseada.

Si a alguien esto le parece  sarcasmo  o una exageración le convendría recapacitar en las propuestas  del programa electoral de PODEMOS, cuyo punto 138  se lo dedica al “Plan Nacional de Educación Inclusiva” y en el que de momento ya han cambiado “comprensividad por inclusividad”, sin mayores problemas, aunque el término  introducido ni siquiera figure en el Diccionario de la lengua española:

 "138. Plan Nacional de Educación Inclusiva
“Elaboraremos un Plan Nacional de Educación Inclusiva que reconozca la diversidad del alumnado y garantice su plena integración, tanto en la enseñanza obligatoria como en la postobligatoria.
   La escolarización del alumnado con diversidad funcional se realizará en centros ordinarios, provistos de los recursos materiales y personales necesarios para su educación.
   Los centros de educación especial actuales y su personal se integrarán en la red de enseñanza ordinaria, y se podrán establecer como centros de recursos para la educación especial.
    La formación continua del profesorado en metodologías pedagógicas innovadoras e inclusivas será de obligado cumplimiento. Cada año se programará la financiación del servicio en función del número de alumnos y alumnas y de su ubicación…” ( Y sigue)

Hay que reconocer que la izquierda pedagógica española ha estado siempre a la vanguardia de los neologismos huecos  e inexistentes, de logomaquias esperpénticas y cursilerías idiomáticas.


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