4 de abril de 2016

Nuestro sistema electoral necesita una “segunda vuelta” ...y un cambio profundo

En la entrada anterior, “Condenados a la repetición de elecciones generales”, el colaborador del blog José-Tomás Cruz Varela mantenía la tesis de que estábamos abocados a unas nuevas elecciones. Sin embargo, nuestros dirigentes políticos desean aparcarlas y conseguir un acuerdo de “consenso transversal” que posibilite un Gobierno estable. Para unos estaría constituido por PP-C´s-PSOE, pero se opone el último. Para otros, lo ideal sería un “Gobierno del cambio, progresista, reformista y que desaloje a Rajoy y al PP” compuesto por la "autodenominadas fuerzas del cambio", PSOE-C´s-IU -PODEMOS, pero C´s y PODEMOS llevan programas  incompatibles.

Ninguno de los cuatro principales grupos (PP: 123 Diputados; PSOE: 90; PODEMOS: 69, y C´s: 40) puede formar Gobierno por sí solo e ir en coalición parece improbable. Si no hay novedades ni diálogos constructivos, el tiempo se acaba y la convocatoria se acerca.

Unas nuevas elecciones tampoco solucionan nada con nuestro sistema electoral si los  votantes no cambian su voto, y ese cambio otorgue una nueva mayoría. Si con los datos actuales  no  han llegado a ningún acuerdo efectivo, ¿quién puede garantizar que lo consigan con un resultado semejante? ¿Y por qué no aplicar al mundo de la política  de  sociedad la política del mundo del fútbol, cambiando de entrenadores en lugar de los equipos cuando los resultados no son buenos? Los políticos quieren que cambiemos el voto  sin preguntarnos si lo que de verdad queremos es disfrutar de un sistema electoral que estabilice la democracia y no nos entregue de nuevo a la misma situación que tenemos. Pero no lo harán  porque  acabaría con muchos de sus privilegios. 

En este impasse  en el que nos encontramos sería conveniente mirar por el retrovisor y aprender en cabeza ajena. Jean-Francois Revel trata  en su obra “LA TENTACIÓN TOTALITARIA”, (pág. 198-201)  la complicada situación de Chile en tiempos de Allende. Si la estudiamos y comparamos con la española de ahora, apreciaremos algunas semejanzas importantes:

a) Resultado electoral: el español está dividido en cuatro grupos principales que provienen de un fuerte bipartidismo reciente, prescindiendo de nacionalismos e independentismos, y el chileno  se presentó tres “bloques”,  de los cuales dos provenían de una coalición de centro derecha. También funcionaba un bipartidismo de facto. 

“Allende no fue elevado a la presidencia por el pueblo, por una poderosa e irresistible corriente de todo el pueblo. Las elecciones de 1970 fueron triangulares. Por entonces, el partido demócrata-cristiano —cuyo candidato, Eduardo Frei, había sido elegido para la suprema magistratura en 1964, con el 55,6 % de los votos— se había, no exactamente escindido en dos, sino separado de aliados conservadores que presentaron su propio candidato. El resultado fue que Allende —candidato de una coalición de Frente Popular— quedó el primero, con un 36,2 % de los votos, contra el 34,9 % del conservador y el 27,8 % del demócrata-cristiano. En total, se comprueba fácilmente que votó contra Allende un 62,7 % de los chilenos”.

Una buena parte de los votos de C´s proviene del PP,  y un porcentaje grande de PODEMOS tiene su origen en el PSOE. Al final  también son dos bloques, aunque más equilibrados: PP y C´s sumarían 163 diputados, y PSOE con PODEMOS llegarían a 159, y con IU alcanzarían 161. Con esos datos, ningún líder puede atribuirse  el derecho a la Presidencia respaldado por un mandato popular mayoritario. Y con el acuerdo firmado PSOE-C´s (130 diputados), menos aún

b) Los efectos de una peculiar “segunda vuelta parlamentaria”. Existen ciertas semejanzas y diferencias entre el sistema chileno y el español para la elección de Presidente.

“…cuando ningún candidato consigue la mayoría absoluta, la ley chilena prevé, no una segunda vuelta entre los dos candidatos mejor colocados, como en Francia, sino una votación del Congreso, que resuelve de manera discrecional entre estos dos primeros. En tal caso, nada impedía, ni en la letra ni en el espíritu de la Constitución —ya que se podía calcular que más de la mitad de los electores demócrata-cristianos estaban más cerca del candidato conservador que de Allende—, que el Congreso designase al hombre que, ciertamente, había obtenido un 1,3 % menos de votos que el jefe de la izquierda marxista-leninista, pero que era potencialmente capaz de reunir en su apoyo una mayoría de Gobierno coherente; en todo caso, más que Salvador Allende, cuyo apoyo heterogéneo iba desde los maxi-malistas izquierdistas, hasta los socialistas, pasando por los estalinianos. Sin embargo, los líderes de las formaciones del centro, conservadora o reformista, aunque ampliamente mayoritarios en el Congreso —donde las más recientes elecciones legislativas habían reforzado, no ya la izquierda, sino la derecha—, decidieron llevar a Salvador Allende a la jefatura del Estado, para dar a la izquierda una oportunidad de hacer su experiencia del poder….los dirigentes demócrata-cristianos se aliaron con la coalición allendista, a la que sostuvieron lealmente durante dos años”.

Esta elección presenta un interrogante. ¿Habrían elegido los chilenos a Salvador Allende si hubieran podido elegir directamente? En una  “segunda vuelta electoral” la voluntad popular hubiera elegido a su Presidente en vez de hacerlo los diputados.

En España ni los diputados eligen entre los dos más representativos ni los españoles pueden hacerlo, ya que en su nombre lo hacen los primeros que saben lo que todos queremos,  y se decide previamente  en las “nomenklaturas” de los partidos.

c)  La potestad de cambiar la sociedad radica en ella misma. Un Presidente electo en democracia no puede transformar una sociedad con los votos parlamentarios sin el consentimiento expreso de ella misma.

“Es imposible cambiar la sociedad por la vía legal y democrática cuando se está en minoría, lo cual no constituye una gran novedad. ¿Qué aspirante al golpe de Estado ignora esto? Ahora bien, Allende actuó como si hubiese recibido aquel mandato de refundición integral, es decir, como si representase al 80 ó al 90 % de los chilenos... ¿Por qué cedió Salvador Allende al vértigo de tratar al 62 % de sus conciudadanos como enemigos de clase del 36 % que habían votado por él, y de gobernar como si ese 36 % de electores representase la unanimidad del país, cuando ni ellos mismos eran unánimes? (En efecto, la coalición allendista no reunía menos de seis partidos o tendencias políticas diversos.)…”

Cuando se está en minoría y no se tienen los apoyos suficientes ni se puede cambiar la sociedad sin su conformidad, ni se puede prometer cambiar la Constitución ni establecer un modelo de Estado diferente (¿“una España federal”?) con  un 20% de los votos.

d) El desprecio de un Gobierno de coalición y sus consecuencias. J.F. Revel cita un párrafo  muy relevante del libro de  Carlos Rangel, “Du bon sauvage au bon revolutionnaire” que incide en los numerosos puntos comunes existentes entre el programa de Allende y el del candidato demócrata-cristiano Radomiro Tomic, y que curiosamente no contenía  menos nacionalizaciones que las finalmente realizadas.

«Esto (la hipotética coalición) hubiera causado deserciones en la extrema izquierda de la Unidad Popular (pero también en la derecha de la Democracia Cristiana). Por otra parte, seguramente no hubiera sido saludado internacionalmente como "revolucionario". Más bien Allende en ese caso hubiera tenido que soportar injurias y alegaciones de "traición a la causa del proletariado" y "entreguismo al imperialismo". Pero Salvador Allende estaría vivo, y con él la democracia chilena; y el mundo nunca hubiera oído hablar del general Pinochet.»

La improbable gran coalición PP-C´s-PSOE  no se llevará a cabo por algunos de los motivos que influyeron en Salvador Allende y por los enfrentamientos e incompatibilidades  personales entre el “indecente” y el “ruin”. En Chile, una coalición hubiera dado estabilidad, pero la complejidad de facciones de los bloques, principalmente de  la izquierda, lo hizo imposible. ¿Ocurriría hoy lo mismo en España?

e) La libertad y la legalidad no  son patrimonio de la izquierda, y  menos de su extrema.
“Si hay personas expertas en hacer efectivamente «formales» las famosas libertades y garantías legales —vaciándolas de su contenido—, éstos son, sin duda, los estalinistas. Más que cualesquiera otros, los países comunistas poseen soberbios monumentos constitucionales totalmente ficticios. En los regímenes liberales, la ley, al ser aplicada, sufre una indiscutible merma: en las regiones comunistas, el desprecio alcanza porcentajes comparables a los que obtiene el partido único en las elecciones: el 99,9 %. Sin embargo, la Unidad Popular no se limitó a hacer formales los derechos de los adversarios —mayoritarios— a su política: violó las leyes en su propia letra, en particular durante las famosas elecciones de 1973, que en contra de lo esperado, revelaron un aumento de los partidarios de Allende, maravilla electoral que sólo fue posible gracias a irregularidades revolucionarias” .

En realidad obtuvo un 43%, incluido un 4-5 % de voto fraudulento por falsificación de carnets de identidad que fue comprobado posteriormente, pero tenía en contra un 57% de los votantes. El respeto al espíritu democrático conlleva el cumplimiento de las leyes y normas constitucionales. Mal futuro nos aguarda en España cuando unos no cumplen con las leyes, y quienes tienen la obligación de hacerlas cumplir miran para otro lado.

No es ningún secreto que el actual líder socialista Pedro Sánchez, en contradicción con sus promesas anteriores de pactos, anda buscando a cualquier precio un acuerdo con PODEMOS,  humillándose estúpidamente, incluso,  ante mandatarios extranjeros  que ejerzan de mediadores para  conseguirlo. Tras el título de la obra de Revel, “La tentación totalitaria”  figura un mensaje que Pedro Sánchez parece ignorar: "El principal obstáculo para el socialismo no es el capitalismo, sino el comunismo”.  ¡Que pida los apuntes a Pablo Iglesias Turrión y a sus camaradas, que ellos tienen claro lo que persiguen!

Y la pregunta final: ¿Estaríamos en esta situación de incertidumbre con una segunda vuelta en el sistema electoral como la que tienen en Francia, por ejemplo? Si en el país vecino funciona, ¿por qué no habría de hacerlo aquí, y que decidan los ciudadanos?. ”Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, decía Einstein.

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