5 de marzo de 2018

El debate sobre los "deberes escolares" nunca se agota

Todos los cursos y en todos sus trimestres, se abre el debate sobre los “deberes escolares de los alumnos”, esas tareas a realizar fuera de clase, y nunca se cierra. Aún resuenan los ecos de la huelga que la CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de alumnos) impulsó hace algún tiempo contra los deberes a los alumnos de la escuela pública, que es su ámbito de referencia.

Pedía, entre otras cosas,  que se regularan las tareas fuera del aula para no sobrecargar a los alumnos, una campaña sobre su ocio y tiempo libre y no alterar la vida familiar en su lucha con los deberes.  Pero legislar sobre cuestiones complejas y enfrentadas, entre el todo y la nada sin saber dónde está el punto medio,  puede resultar inútil.

La CEAPA no propuso fue un debate sobre la racionalidad de los deberes y su posible necesidad. Cuestionó directamente la labor de todo el profesorado y mandó un mensaje malicioso a familias y alumnos para que incumplieran aquellas tareas encomendadas por los profesores. 

Los deberes solo tienen una exigencia: ser razonables. ¿Adaptados a la edad? Razonable. ¿Cantidad moderada? Razonable. ¿Adecuados al refuerzo de lo aprendido o a la comprobación de lo no aprendido? Razonable. Y razonable es que sean personalizados, aunque difícil de llevar a la práctica. ¿Se puede legislar todo eso? Si no es imposible, se le acerca.

Pero lo que de verdad se pretendía con esa protesta era la eliminación de los deberes por ser, decían,  “fuente y fomento de desigualdad entre aquellos padres que tienen capacidad formativa o económica para apoyar a sus hijos y quienes no la tienen”, y todo ello, aun sabiendo que existe una correlación entre los trabajos en casa y los resultados académicos.

¿Provocan desigualdad los deberes? Discutible. Hay padres que pueden y quieren ayudar a sus hijos; los hay que no pueden aunque quisieran,  y los que hay, también,  que ni pueden ni quieren. Hay y habrá siempre padres dispuestos a ayudar a sus hijos con o sin deberes. ¿Alguien podrá legislar su prohibición? Y los hay que no lo harán nunca en ningún caso. Sabemos que unos alumnos son más capaces que otros para el aprendizaje. ¿Suprimimos los conocimientos para que todos sean iguales?  Ante esta situación se propone una solución: realizar las tareas en el colegio, en clases fuera de horario, con refuerzo y apoyo. Es de suponer que debieran ser voluntarias, y no sería demasiado aventurado asegurar que a ellas irían posiblemente  los hijos de los padres más interesados. 

Todos sabemos, padres y profesores, colegios e instituciones educativas, que debe imperar el sentido común y la proporcionalidad de las tareas  con la edad a la que van dirigidas, y sobre todo, adoptar una jornada escolar diaria de trabajo que no se acerque ni sobrepase la del adulto. 

Si es preciso tener en cuenta la opinión de los padres, lo será también hacerlo con la de los profesionales de la educación. Éstos son los que saben que,  dentro de una moderación, los deberes afianzan lo aprendido durante el día en el aula, favorecen los hábitos de estudio,  impulsan el esfuerzo, y aprenden a planificar trabajos y horarios personales. Estas utilidades las necesitarán en su vida adulta para lograr autonomía, responsabilidad e independencia.

Quizás lo que de verdad se esté reclamando en estos debates sea una política   de conciliación de la vida familiar y laboral cuya problemática se escapa a la escuela. La jornada laboral de los padres obliga en muchos casos a largas estancias  de los alumnos en el colegio antes y después de la jornada lectiva o a la realización de múltiples actividades extraordinarias  que sobrecargan al alumno y restan horas de convivencia familiar. Muchos alumnos pasan más horas fuera de casa que dentro.

La CONCAPA (Confederación Católica Nacional de Padres de familia y padres de alumnos)  apoya una tesis contraria a la CEAPA y a las familias que favorecieron el que sus propios hijos  secundaran la huelga contra los deberes.

Para mayor complicación del problema, tampoco hay unanimidad de criterios entre los docentes. Hay quien considera que los deberes suplen lo que en la escuela no se ha podido hacer por falta de tiempo debido a existencia de unos currículos interminables e irracionales, divididos  en múltiples tareas. Y hay también quienes apoyan a los padres en su opinión de que los deberes van más por la cantidad que por la calidad del esfuerzo, fijándose sólo en unas determinadas capacidades y despreciando otras,  como la música y la educación artística.

En conclusión: Aunque son pocos los que dudan de la bondad de los deberes, es necesario ganar en su calidad teniendo en cuenta la edad, las necesidades del alumno y el tiempo empleado. Es imprescindible también, una coordinación de los profesores que atienden  a cada grupo para evitar tareas de todos, afianzar el contenido de clases a partir de técnicas de estudio adquiridas e incorporadas a las rutinas  diarias e impulsar la comunicación familia – escuela. 

Es indiscutible: los deberes escolares exigen un esfuerzo añadido y una disciplina. Discípulo y disciplina parecen tener cierta relación y parentesco. 

NOTA ACLARATORIA:
Informe de la OCDE (con datos del último PISA): los escolares españoles realizan 6, 5 horas de tarea a la semana frente a una media de 4,9 horas. Así, España es el quinto país que más deberes tiene de la lista de los 38 evaluados. Polonia (6,6), Irlanda (7,3), Italia (8,7) y Rusia (9,7) nos superan. Por otra parte, Finlandia (2, 8) y Corea del Sur (2,9) son dos de los mejores en los resultados de PISA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios con lenguaje inapropiado serán borrados