23 de febrero de 2013

“Prestación por desempleo” para políticos sin empleo

Parece ser  que los 67 diputados aragoneses tienen  12 pagas al año de 3.295 € cada una. También perciben dietas por kilometraje y manutención, (lo llaman “indemnización”) que depende de su lugar de residencia y puede variar entre los 798 a  los 2.094 € mensuales.  En caso de perder el escaño y no tener otros ingresos pueden cobrar 16 mensualidades de 2.967€ en concepto de   “prestación de desempleo”. Lo que no  indica  la fuente es si se cobrará en meses consecutivos o de una sola vez, aunque igual sea ante la ley.

Más de un diputado castellano-manchego, tanto del PP como del PSOE,  anda buscando empleo tras la reforma de Cospedal, al bajarles el sueldo de 3.659 a 1.555 € al mes a los 42 parlamentarios  que han perdido la “dedicación exclusiva”. Los que tenían profesión u oficio han vuelto a su trabajo y lo compaginan con su actividad parlamentaria. Pero aquellos que ingresaron en la vida política  y han vivido de ella careciendo de otro medio propio se han puesto frente al espejo de la realidad y han de conformarse  con lo que ahora perciban.

Sin embargo, no a todos les ha pillado el toro sin “el carrito político”, porque algunos previsores lo tenían por duplicado: Ayuntamiento y Cortes, cobrando de las últimas y dejando el sueldo del primero para otros compañeros de partido, que es saludable compartir puesto y dinero…Y al ser la paga de vital necesidad, se ha recuperado  la municipal  cuando se ha bajado la  parlamentaria.

Uno de los casos más llamativos es el de la diputada del PP y a la vez portavoz de la oposición en el Ayuntamiento de Puertollano, María José Ciudad, quien viendo la escasez de la “dieta Cospedal” ha materializado una singular pirueta política. Con fecha 1 de enero de 2013 ha solicitado la baja de su compañera de partido  María de Gracia Casado como concejala  liberada de dicho ayuntamiento  para ocupar ella el puesto con "dedicación exclusiva”  y cobrar así  los 2.372 € mensuales municipales y los 1.550 de las Cortes. De esta forma no sólo no habrá pérdida monetaria, sino que incluso podría añadirse una nueva ventaja, “la prestación por desempleo”, en el hipotético caso de necesitarla y tener derecho a ella ,  como consecuencia de la situación política-laboral que conlleva su reciente “dedicación exclusiva”.

La “prestación por desempleo” para los diputados aragoneses (y de otras comunidades en igualdad de condiciones, es de suponer)  sin oficio-empleo  y sin otros ingresos, y para todos aquellos alcaldes y concejales con “dedicación exclusiva” que pierdan el sillón  supone una salida digna temporal para no quedarse en la calle sin nada. Si cuando entraron, inocentes ellos,  en la política fueron tan generosos  que no se preocuparon de asegurar su futuro económico  por afán de servicio a la comunidad, ¿no será justo que también se les indemnice si pierden su medio de ingresos?

Lo que no parece ético y ni estético, aunque sea legal, es que  un político desempeñe un cargo  con “dedicación exclusiva”, de él reciba el sueldo,  y dedique una parte  del mismo tiempo,  con incremento de emolumentos, a otro cargo público más… ¿Lo haría sólo por ánimo de servicio, ejerciendo ambas funciones y renunciando a una de las percepciones económicas? Sin tener en cuenta la cuestión monetaria,  no es creíble que pueda desempeñar totalmente  ambas funciones, incluida aquella de la “dedicación exclusiva”Ayuntamiento y Cortes o Diputación, por ejemplo. No puede abandonar temporalmente un trabajo  “exclusivo” (como su mismo nombre indica) para ocupar otro.

Tampoco resultaría ético ni estético  que un político con “dedicación exclusiva” en cualquier puesto de los mencionados  llegare a cobrar  en una sola soldada la “prestación por desempleo”  a la que tiene derecho, al perder el puesto por no salir elegido y, casualmente y al poco tiempo,   volviere a ocupar otro puesto político en la Administración o empresa pública. Por muy indispensable, imprescindible o insustituible que el personaje en cuestión fuese, su caso debería ser expuesto ante la sociedad, que es quien paga, y que lo juzgue pertinente o no, en virtud de la tan cacareada Ley de Transparencia. Pero este caso, mera hipótesis, ni se habrá dado ni se dará jamás, porque nuestros políticos actuales, a Dios gracias, son temerosos del recto cumplimiento de la ética y de la estética. Así lo creo.

18 de febrero de 2013

La versión de Gabriel Jackson del "encuentro" de Unamuno y Astray, y una visión literaria de don Miguel

 A continuación voy a transcribir dos comentarios relevantes de "Gonzalo de Berceo" y "Al sur de Castilla", respectivamente, lectores y  colaboradores de este blog. En ellos podemos apreciar un análisis literario y de pensamiento  de don Miguel de Unamuno, así como la versión  del hispanista norteamericano Gabriel Jackson  sobre el incidente entre el rector salmantino y el fundador de la Legíón Española que nos aporta el segundo. A esta serie añadiremos la opinión de otra personalidad presente en  el acto, Don José María Pemán. Estoy seguro de que la publicación de estos documentos nos puede dar un poco más de luz sobre aquel acto tan lejano en el tiempo como olvidado.

(Derecha, monumento  a Unamuno en Salamanca, obra de Pablo Serrano)

A) Este es el comentario de "Gonzalo de Berceo"
"Me ha parecido muy interesante este artículo. No conocía la anécdota completa, solo retazos sueltos como la frase "venceréis... pero no convenceréis". Todo aquel que se haya acercado a la vida y obra de Unamuno sabe que era un hombre de principios. Defendía lo que él consideraba que estaba bien, sin importarle la ideología del que lo dijese. De joven, simpatizó con las ideas socialistas de Pablo Iglesias, pero pronto renegó de ellas. Tuvo problemas con la dictadura de Primo de Rivera y con el rey. Tantos que lo desterraron a Fuenteventura. Aplaudió la República porque consideraba que la Dictadura había sido un atraso para España. Pero fue de los primeros en reconocer los atropellos que se estaban cometiendo en nombre del pueblo. Defendió el inicio del golpe de estado porque creyó que los jóvenes militares iban a poner orden en el caos que se había convertido España. Pero ese mismo año, tras comprobar que la mayoría de sus amigos fueron fusilados o estaban en la cárcel. Se desdijo de su apoyo y protagonizó la anécdota que estamos comentando. Recomiendo la lectura de sus "nivolas", como él las llamaba. Sobre todo "San Manuel Bueno, mártir" que trata de un cura que deja de creer en dios, pero decide no contarlo para que sus feligreses sean felices creyendo que hay otra vida que compensará los sufrimientos de esta.
Unamuno fue catedrático de Griego. Si viviera hoy no se callaría. Buscaría las palabras exactas, desde el punto de vista etimológico, para definir lo que está pasando. Diría que España es una cleptocracia (el poder de los ladrones) y una plutocracia, que aunque suene a personaje de Disney, significa el poder de los ricos, del que tiene dinero."
B) Y ésta es la aportación de "Al sur de Castilla".


"A raíz de la lectura del texto de Hugh Thomas, “La guerra civil española. 1936-1939”, propuesto por el director del blog, he estado revisando otro libro sobre el mismo tema, “La república española y la guerra civil” del norteamericano Gabriel Jackson. Quería saber si había otra versión sobre el discurso de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el “Día de la Raza” de 1936. En la página 254 de la 1ª edición de 1967, impresa en español en México, hay una breve mención al discurso que no difiere mucho de la de Hugh Thomas y que transcribo literalmente:
  “…En Salamanca, Miguel de Unamuno, rector de la Universidad más famosa de España, aprobó al principio el levantamiento que pondría fin al desorden y a la fragmentación regional de la nación. Pero pronto vinieron amigos suyos de Granada con la noticia del asesinato del poeta García Lorca y de varios catedráticos universitarios; otros le contaron cómo habían huido de los pueblos de Andalucía en los cuales los revolucionarios habían matado a cuatro o cinco personas…
 El 12 de octubre, Día de la Raza, en que se conmemoraba el descubrimiento de América por Colón y la expansión universal de la civilización hispánica que le siguió, se celebró una ceremonia en la Universidad. En el estrado se sentaron las autoridades universitarias, el obispo de Salamanca y doña Carmen Polo de Franco. En el curso de la ceremonia, uno de los oradores fue el general Millán Astray, primer jefe de la Legión, hombre que había perdido un ojo y un brazo en Marruecos. Mientras glorificaba el papel de Castilla y de sus ejércitos de conquistadores, sus partidarios situados en el fondo de la sala puntuaron sus frases con el eslogan de la Legión: “¡Viva la muerte!”. Unamuno, como rector, no pudo contenerse, y aludiendo burlonamente a la frase “viva la muerte”, se volvió hacia el general y le dijo con sus mejores modos que el movimiento militar necesitaba no solo vencer, sino también convencer. Y no creía que estuvieran capacitados para esta última tarea. Sólo la intervención de la señora Franco impidió que el enfurecido Millán Astray, que gritó: “¡Muera la inteligencia!”, pegara a Unamuno…”.
El autor nos dice a pie de página que él conoce esta actitud de Unamuno gracias principalmente a amigos suyos que vivían en Salamanca, con detalles suplementarios basados en el artículo de Luis Portillo en Golden Horizon (Londres), 1953.

Por otro lado, sé que existen dos estudios sobre los tortuosos vaivenes de los últimos meses de Unamuno, pero no los he leído: uno de ellos es de Luciano González Egido: "Agonizar en Salamanca. Unamuno: julio-diciembre, 1936", Alianza Editorial, Madrid, 1986. El otro es más concreto y se centra sobre el incidente que estamos comentando: Joaquín de Entrambasaguas: "La posible clave de un incidente ya histórico. Unamuno y Millán Astray", Diana, Madrid, 1966.

Para finalizar, quisiera ahondar en el comentario tan estupendo, escrito por "Gonzalo de Berceo" sobre el semblante de Unamuno. Este fue un hombre singular. Tuvo un temperamento ardiente y apasionado que le llevaba a actitudes extremas. Quiero destacar de él un aspecto que se repite constantemente en su vida y en su obra: la contradicción. Todos los estudiosos coinciden en subrayar el gusto de Unamuno por la paradoja. Se basa en la eterna contradicción entre razón y sentimiento.

Si nos remontamos a los últimos años de su vida, con la caída de la dictadura de Primo de Rivera, vuelve de su exilio a Salamanca y se suceden los homenajes. Pronuncia discursos contra la monarquía. Al instaurarse la república en 1931, Unamuno es nombrado entre los muchos cargos, rector de la Universidad de Salamanca, diputado, académico…Pronto empieza a sentirse desencantado del gobierno republicano. Conoce a José Antonio Primo de Rivera y asiste a un mitin suyo. Apoya el Alzamiento, hace declaraciones contra el gobierno republicano en la revista estadounidense Internacional News. Es destituido del rectorado y de los demás cargos públicos, pero a principios de septiembre de 1936 será confirmado de nuevo en ellos por el gobierno de Franco. El claustro de la Universidad de Salamanca, bajo su dirección, envía un escrito en latín a todas las universidades del mundo denunciando el libertinaje en que había degenerado, según él, la república.

Tampoco comulga Unamuno con los abusos de los llamados “nacionales”. Después del famoso incidente del 12 de octubre, Franco lo vuelve a destituir de sus cargos. Es condenado a arresto domiciliario…

En la mayor parte de sus novelas o “nivolas”, también está presente la contradicción que padecen sus personajes. Por citar solamente tres: Tula, Manuel Bueno y Augusto Pérez en las tres mejores obras de ficción del autor: La tía Tula, San Manuel Bueno, mártir y Niebla.
Tula que mantiene una lucha titánica entre su aversión que tiene a todo lo fisiológico y carnal y el instinto de maternidad. Permanece rígida e inamovible. Su obsesión por la pureza, la hacen excesivamente dura. Lo sacrifica todo antes de “mancharse” y al final se da cuenta de que todo ha sido una equivocación, un fracaso.
Augusto Pérez que acude a casa de Unamuno con intención de suicidarse y tras una conversación dura y casi violenta entre ambos, siente renacer unas ganas enormes de vivir.
Manuel Bueno que se nos muestra como un personaje agónico, escindido en una trágica contradicción entre la voluntad de creer y la imposibilidad de alcanzar la fe. Sus dudas serán las mismas que las de Unamuno".

Para mayor información puede verse el siguiente vídeo  sobre los días finales de Unamuno: http://www.youtube.com/watch?v=EZcbhoq7iVU

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Nota: agradezco estas colaboraciones, y anuncio que la  serie sobre tan comentado incidente seguirá, alternándose con otros trabajos sobre corrupción política y otros temas de actualidad.


12 de febrero de 2013

No son tan claras las cuentas del PP como el PP nos cuenta

 "Los auditores siempre rechazan cualquier cuenta de gastos cuyo total sea divisible por cinco o por diez" (Principio de O´Brien. Teoría de los 397,68 euros. Leyes de Murphy)

Buscando  la tan deseada transparencia de los dineros, el PP ha publicado sus cuentas  en la página web con el fin de que  los ciudadanos podamos verlo y juzgarlo, y convencernos, en consecuencia, de que no existe contabilidad B, ni ha habido "sobresueldos" en negro,   ni "sobrecogedores" ni financiación irregular. Sin embargo, un análisis del contenido produce dudas sobre su veracidad  si ponemos la lupa, por ejemplo, en dos aspectos concretos que el Partido Popular debería despejar.

1.- Capítulo de "Cuotas y Donativos" de las  "Cuentas y Balances consolidados del Partido Popular, periodo 2008-2011, presentadas a fiscalización del Tribunal de Cuentas pendientes de informe definitivo":

Ejercicio 2008
Ingresos por Cuotas: 11.478.518,86
Ingresos por Donativos: 1.382.419,57

 
Ejercicio 2009
Ingresos por Cuotas: 11.128.840,05
Ingresos por Donativos: 669.820,18

Ejercicio 2010
Ingresos por Cuotas: 12.368.051,72
Ingresos por Donativos: 537.679,10

 
Ejercicio 2011
Ingresos por Cuotas: 12.303.879,35
Ingresos por Donativos: 2.145.070,55

 

Observaciones: 
a) Parecen muy raros los decimales de las cantidades finales de las cuotas, lo que resta credibilidad. ¿Serán consecuencias de los intereses producidos? ¿Y el capítulo ingresos  financieros....?
b) Los números decimales de los ingresos por donativos indican cutrez más que fiabilidad. No me imagino un serio donante firmando un cheque con euros y céntimos o rascándose el bolsillo para entregar hasta la más minúscula de las monedas. No obstante me remito al punto anterior... 
c) Así como para los "donativos" es una cuestión menor el número de donantes y la cantidad donada, para el ingreso por cuotas es necesario conocer el número de "afiliados cotizantes" y la "cuota pagada" por cada uno. Curiosamente, nada de esto se especifica.

2.- Para saber el número de afiliados del PP hemos buscado  datos oficiales y  hemos encontrado lo siguiente en la web popular:

Conclusión: el PP cuenta con más  de 800.000 afiliados que pagarán su cuota anual correspondiente para hacer valer sus derechos y deberes..

3.- ¿Y el valor de la cuota de un  afiliado de base, sin ningún cargo de representación? Pues 35 € al año, según podemos ver del cobro efectuado a un afiliado durante estos mismos años.

Conclusiones:
a)  Si el PP cuenta con más de 800.000 afiliados, con una cuota mínima de 35€ anuales, el resultado será de 28.000.000 €, y no un media de 12.000.000 € como nos indican.¿Acaso existen cuotas inferiores? Muy pequeñas deberían ser porque la cuenta tampoco nos sale.
b) Dado que los concejales del PP de  ciudades destinan una parte de sus retribuciones al mantenimiento de la sede, etc… los ingresos deberían ser aún mayores. ¿Y si lo hicieran también todos los que ostentan cargos electos de representación?
c) Si los altos dirigentes, como es de suponer, además de cobrar del partido destinaran algo para su mantenimiento como hacen los concejales, el capítulo de ingresos por cuotas sería más relevante.
 d) De los datos reales se desprende: 12.000.000€  (media) entre 35€ de cuota, nos da un total de unos 350.000 afiliados cotizantes (redondeo), muy lejos de los 800.000 anunciados.
 e) Ya que los números no cuadran, ¿Sería aventurado afirmar que las listas están infladas o que la cuota sólo la  paga una tercera parte, y quizás los menos pudientes? 
 f) El día en que las organizaciones locales, comarcales, provinciales, autonómicas y nacionales  del PP convenzan a sus afiliados de la transparencia real  en la contabilidad y en los listados de militantes, ese día se convertirán éstos  en los mejores defensores de la honestidad del partido. Mientras ese día llega,  será preferible que  los dirigentes y líderes populares expliquen a sus afiliados la situación auténtica de la vida interna de la organización que sustentan. “¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor!” podemos leer en el Poema de Mío Cid.

Parece ser que en el seno del PP, hay afiliados que desean el esclarecimiento total de los hechos.  Otros, en cambio, prefieren el silencio sin darse cuenta de que los días corren en su contra.  España necesita más que nunca en esta época de crisis un partido limpio de mancha y de sospecha que evite la vergüenza ajena de una parte numerosa mientras dure la catarsis de una minoría. Nos conviene a todos recordar lo que Martin Luther King nos legó: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena”. ¿Y si sustituimos "generación" por "partido"?


6 de febrero de 2013

¿Se habría callado hoy Unamuno frente a la corrupción cuando no lo hizo ayer ante Millán Astray?

“El hombre muere en todos aquellos que mantienen
 silencio ante la tiranía” (Wole Soyinka)

Vivimos actualmente una de las épocas históricas españolas  de la que podemos decir que “corren tiempos difíciles para los soñadores” que eternizara Amelie,   debido a las acciones detestables de ciertos políticos corruptos, pocos según nos dicen pero demasiados  para nuestro deseo,  que han decepcionado a sus electores y mancillado el sentimiento e ideología de los afiliados que los apoyaron.

Si deplorable es el espectáculo que se han montado al lucrase con el dinero  ajeno o de extraño origen,  más bochornoso resulta comprobar que se ha hecho con el silencio cómplice, consciente o inconsciente, de algunos de sus compañeros. Muy mal por los dirigentes si conociendo las actuaciones  corruptas no pusieron enmienda  y las taparon para no descubrir su inmundicia,  y peor si no se percataron por   negligencia. Guardar silencio es más fácil que hablar y descubrir las corruptelas, pero conlleva indignidad, complacencia y tácito consentimiento.

En la última lección de D. Miguel de Unamuno, con su crítica valiente al poder establecido mediante la fuerza de la palabra y el compromiso y empeño de su persona,  nos enseñó lo que León Blum  sintetizara magistralmente,  “el hombre libre es aquel que no teme ir hasta el final de su pensamiento”,  pregonando a los cuatro vientos incluso lo que la audiencia no quería ni oír. El rector salmantino pudo callarse  y no lo hizo; pudo contemporizar  y prefirió  la exposición convencida  de sus ideas con peligro para su bienestar personal. Además de reflejar su espíritu  en el discurso, nos dejó   su ejemplo personal  y una auténtica joya de la oratoria, creo,  de la que se conocen algunas expresiones políticas,  solapando la auténtica sustancia del mensaje.

El texto está tomado literalmente de la obra de Hugh Thomas,  “La guerra civil española. 1936-1939” (Vol.2),  Colección Dimensiones Hispánicas, Ediciones Grijalbo S.A.,  páginas 546-549. Y así dice:
 “... Otro hecho notable que tuvo repercusiones más allá de las líneas de batalla fue el cambio de actitud de los más eminentes intelectuales de la España anterior a la guerra. La mayoría de ellos se encontraban en la España republicana en el momento del alzamiento. Firmaron un manifiesto pidiendo apoyo para la República. Entre las firmas se contaban las del médico e historiador doctor Marañón, el exembajador y novelista Pérez de Ayala, el historiador Menéndez Pidal, y el prolífico filósofo José Ortega y Gasset, sus amigos e incluso fundadores  de la República de 1931. Pero las atrocidades y  la creciente influencia de los comunistas hicieron que todos estos hombres aprovecharan cualquier oportunidad que se les presentara para huir al extranjero. Y, una vez allí, retiraron su apoyo a la República.

El filósofo vasco Miguel de Unamuno, sumo sacerdote de la generación 98, siguió un camino diferente. Como rector de la universidad de Salamanca, al empezar la guerra civil se había encontrado en territorio nacionalista. La República le había desilusionado, había admirado a algunos de los jóvenes falangistas, y dio dinero para el alzamiento. Todavía el 15 de septiembre apoyaba al movimiento nacionalista. Pero el 12 de octubre había cambiado de opinión. Estaba, como dijo más tarde, «aterrado por el cariz que estaba tomando aquella guerra civil, realmente horrible, debida a una enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura, con un sustrato patológico». En aquella fecha,  aniversario del descubrimiento de América por Colón, en que se conmemoraba la «Fiesta de la Raza», se celebró una ceremonia en el paraninfo de la universidad de Salamanca. Allí estaban presentes el Dr.  Pla y Deniel, obispo de Salamanca, y el general Millán Astray, el fundador de la legión extranjera, que por entonces era un asesor importante, aunque oficioso, de Franco. Su parche negro en un ojo,  su único brazo y sus dedos mutilados lo convertían en el héroe del momento. Presidía el acto Unamuno, el rector de la universidad. La ceremonia tenía lugar a un centenar de metros del cuartel general de Franco, instalado desde hacía poco tiempo en el palacio del obispo  de Salamanca, por propia invitación del prelado. Después de las formalidades iniciales, vinieron los discursos del dominico Vicente Beltrán de Heredia y del escritor monárquico José María Pemán. Ambos discursos fueron muy apasionados. También lo fue el del profesor Francisco Maldonado, que atacó violentamente al nacionalismo catalán y vasco, describiéndolos como «cánceres en el cuerpo de la nación”. El fascismo, el «sanador» de España, sabría cómo exterminarlos «cortando en la carne viva como un cirujano resuelto, libre do falsos sentimentalismos». Desde el fondo de la sala alguien gritó el lema de la legión extranjera: «¡Viva la muerte!» Millán Astray dio a continuación los gritos excitadores de multitudes que ahora eran ya habituales: «¡España!», gritó. Automáticamente, una serie de personas gritaron: «¡Una!» «¡España!», volvió a gritar Millán Astray. «¡Grande!», contestó el auditorio. Y al grito final de «¡España!» de Millán Astray, sus seguidores respondieron: «¡Libre!» Varios falangistas, con sus camisas azules, hicieron el saludo fascista ante la fotografía sepia de Franco que colgaba de la pared sobre el estrado. Todos los ojos se volvieron hacia Unamuno, cuya antipatía a Millán Astray era conocida, y que, al levantarse para cerrar el acto, dijo: «Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo —y aquí Unamuno señaló al tembloroso prelado que estaba sentado a su lado—, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona».

Hizo una pausa. Se produjo un silencio cargado de temores. Nunca se había pronunciado un discurso como aquél en la España nacionalista. ¿Qué diría el rector a continuación? «Pero ahora —continuó Unamuno— acabo de oír el necrófilo e insensato grito: "¡Viva la muerte!". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente.  El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También fue Cervantes. Pero, desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.»

En este momento, Millán Astray ya no pudo contenerse por más tiempo, «¡Mueran los intelectuales! —gritó—.  ¡Viva la muerte!» grito fue coreado por los falangistas, con quienes el militar que era Astray tenía, en realidad, muy poco en común. «¡Abajo los falsos intelectuales!  ¡Traidores!», gritó José María Pemán, deseoso de limar las aristas del frente nacionalista. Pero Unamuno continuó: "Este  es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir.  Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.»

Siguió una larga pausa. Algunos de los legionarios que rodeaban a Millán Astray iniciaron un amenazador movimiento de aproximación al estrado.  El guardia personal de Millán Astray apuntó a Unamuno su ametralladora. La mujer de Franco, doña Carmen, se acercó a Unamuno y Millán Astray y pidió al rector que le diera el brazo. El se lo dio  y los dos salieron juntos, lentamente.
Pero ésta fue la última vez que Unamuno habló en público. Aquella noche, Unamuno fue al Casino de Salamanca, del que era presidente. Cuando los miembros del casino, algo intimidados por estos acontecimientos, vieron la venerable  figura del rector subiendo las escaleras, algunos gritaron ¡Fuera! ¡Es un rojo, y no un español! ¡Rojo, traidor!». Unamuno entró y se sentó. Un tal Tomás Marcos Escribano le dijo: “No debería haber venido, don Miguel, nosotros lamentamos lo ocurrido hoy en la universidad, pero, de todos modos, no debería haber venido». Unamuno se marchó, acompañado de su hijo, entre gritos de traidor!» El único que salió con ellos fue un escritor de segundo orden, Mariano de Santiago. A partir de entonces, el rector ya no salió nunca de su casa, y la guardia armada que le acompañaba tal vez  era necesaria para garantizar su seguridad. La junta de la universidad “pidió” y obtuvo su dimisión del cargo de rector. Murió con el corazón roto de pena el último día de 1936. La tragedia de sus últimos meses fue una expresión natural de la tragedia de España, donde la cultura, la elocuencia y la creatividad estaban siendo reemplazadas por militarismo, la propaganda y la muerte".
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Hugh Thomas recuerda esta importante cita (pág. 549 o.c.): "Véase Unamuno's Last Lecture, de Luis Portillo, de donde procede esta versión de las palabras de Unamuno. Publicada en Horizon, y reproducida  en Cyril Connolly, The Golden Horizon (Londres, 1953), pp. 397-409. 
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Puede haber resultado una larga entrada la presente, pero he creído conveniente no dividirla para no mutilar un texto  histórico y literario que merece ser recordado e incluso enmarcado.